La salud como proceso histórico y social –de naturaleza dinámica- está condicionado por complejos determinantes -culturales, económicos, políticos, ecológicos, esquemas de poder-.
En este marco, la enfermedad clínica en sí misma puede interpretarse como la consecuencia de la inserción social, económica y profesional de los individuos y grupos comunitarios en un lugar y tiempo determinados.
Las relaciones de producción, las modalidades de acceso y transformación de los recursos naturales para el consumo y la apropiación de los productos, así como también la cohesión y la fuerza corporativa de los distintos grupos intervinientes, determinan en qué proporción se benefician cada uno de estos grupos, en relación con el producido total.
En estos espacios de producción y apropiación de bienes y servicios se generan espacios de confrontación, de lucha entre los distintos grupos y sectores con intereses contrapuestos, que se resuelven a través de mecanismos de negociación e imposición.
En el centro de estas cuestiones se focaliza el problema del poder.
El tipo de mecanismo que priva en un momento dado, depende de la relación de fuerzas entre sectores, si son equilibradas, se tenderá a la negociación. La predominancia de ciertos sectores conlleva a la imposición.
Estos esquemas y relaciones de poder, cambiantes a lo largo de la historia, así como la inserción y articulación orgánica de los países en el resto del mundo, generan los diferentes estratos sociales que alcanzan niveles distintos de desarrollo de la salud (incluida, por supuesto la salud mental) y la calidad de vida.
El concepto de salud elaborado adhiere a un modelo alternativo integral (aún en proceso de gestación) capaz de generar un espacio que trascienda el modelo tradicional para interpretar los complejos procesos de salud colectiva desde una concepción social más abarcativa y con mayor capacidad para entender e interpretar las situaciones contextuales y dar respuestas más amplias y efectivas.
La concepción tradicional, que pone énfasis en lo biológico, no cuenta con herramientas válidas, idóneas y pertinentes para abordar muchos eventos y problemas relativos a los procesos salud – enfermedad colectivos.
Se sostiene, desde distintos ámbitos, la necesidad de conformar un nuevo espacio de intervención –y progresar en los casos en que ya se haya gestado- que debe ocuparse de los grandes problemas sociales que están demandando urgente solución en nuestra sociedad contemporánea:
- Dificultades específicas de ciertos grupos de edad (niñez, adolescencia, ancianidad)
- Alcoholismo, uso, abuso y dependencia de drogas no institucionalizadas
- Conductas autodestructivas orientadas a la consecución del modelo estético impuesto desde los medios –bulimia, anorexia, trastornos alimentarios-
- Violencia hacia uno mismo y hacia terceros –suicidios, homicidios-
- Accidentes –en el hogar y en la vía pública–
- Insensibilidad frente al sufrimiento humano.
- Pautas de exclusión social -apatía, indiferencia, superficialidad, desinterés, falta de solidaridad, individualismo, competitividad- que resultan indicadores válidos de deterioro estructural de los principios vitales (valores, creencias y congruencia con las acciones)
- Expansión de las enfermedades degenerativas –auto inmunes, cardiovasculares, tumorales, otras-
- Discriminación y aislamiento social por razones étnicas, estéticas, entre otras.
- Patologías provocadas por la exposición a sustancias tóxicas diseminadas en el medio ambiente.
- Condiciones de vida generadoras de estrés y pautas de afrontamiento cada vez menos efectivas, que se traducen en problemas de ansiedad (ansiedad generalizada, fobias, pánico, angustia, depresión, otras)
- Condiciones de vida cada vez más pendientes de los aparatos de última generación tecnológica que promueven el sedentarismo –con el consiguiente aumento de la obesidad y problemas asociados- y la comunicación virtual en desmedro de la interacción real y directa entre las personas
- Inseguridad y crisis del sistema de protección de las personas y sus bienes, entre muchos otros.
El factor medio ambiente se inserta en el modelo tradicional de salud en forma de añadido y tanto los aspectos sociales como los de salud mental, se hallan replegados en sí mismos. Se interfiere así con la posibilidad de desarrollar una concepción de salud dotada de un carácter holístico –integrador-
El hecho de definir el problema de la salud en términos de la enfermedad biológica conlleva limitaciones en la producción de conocimientos sobre el proceso de salud – enfermedad colectiva.
Los problemas por los que atraviesa nuestro país, en este ámbito, movilizan a reflexionar sobre la imperiosa necesidad de trabajar junto a otros profesionales, para construir un modelo de atención que centre el interés en el usuario (persona, familia, grupo, comunidad) inserto en un contexto que lo afecta y, a su vez, es afectado por éste.
El enfoque fragmentado debería ser superado por uno totalizador, que tenga que ver con cada etapa vital e histórica particular; con la calidad de los vínculos; con las redes de relaciones y con la inserción social de la persona dentro de una familia, de un grupo comunitario y de una sociedad ajustada a las condiciones políticas, económicas y culturales predominantes, que derivan tanto de su propio funcionamiento interno como de su articulación con el resto de las sociedades.
Podríamos decirse entonces que la naturaleza de la enfermedad no se verifica en el caso clínico, sino en el modo característico de enfermar y morir de los grupos humanos, según tipo y características de su inserción en los procesos productivos y distributivos.
La salud y la enfermedad son manifestaciones de las relaciones cambiantes y dinámicas entre los componentes del grupo y, entre éstos y el medio ambiente. Parece ser que no existe la enfermedad como “naturaleza pura” sino que siempre está mediatizada por “lo social” y el entorno cultural.
Cada conjunto social tiene su perfil de salud – enfermedad propio determinado por la interacción de un conjunto de circunstancias biológicas, sociales, culturales, económicas, ecológicas, políticas, otras, en un momento histórico dado, y por su capacidad para eliminar o contrarrestar los procesos productores de enfermedad.
La epidemiología permite conocer, entre otros, los determinantes sociales del perfil de salud enfermedad de un grupo, este proceso que quizá pareciera simple, no lo es tanto, puesto que no es visible el momento en que lo social se transforma en biológico –podría hacerse referencia a una “caja negra” en la cual, lo social entra por un lado y lo biológico sale por el otro, sin poder tener un proceso basado en evidencias.
El hecho de abordar el proceso salud enfermedad como fenómeno colectivo y como hecho social permite un acercamiento a su etiología y, por ende, a una solución más acorde con la realidad.
Es posible entonces esbozar un concepto provisional de SALUD entendiéndola como un hecho social, producto de una circunstancia política, cultural, económica, ecológica, entre otras, que se da en una población, en un determinado tiempo y lugar.
La salud es un fenómeno social que refleja el grado de satisfacción colectiva de las necesidades vitales de una población.
Actividad Propuesta
a. Realicen una lectura crítica de los componentes del texto.
b. Para cada uno de los grandes problemas sociales que se mencionan piensen y anoten sobre casos concretos que son de su conocimiento.
c. Efectúen notas breves sobre aspectos poco comprendidos y aquellos para los que tienen ideas contrapuestas o divergentes.
d. Plenario de cierre.