Un informe de Citibank en colaboración con la Universidad de Oxford predice que el 77% de los empleos están en riesgo de automatización en China; el 57% en la OCDE, el 47% en Estados Unidos y el 35% en el Reino Unido
Tres de las 10 multinacionales que contratan a más empleados en el mundo reemplazan a sus trabajadores con robots. Empresarios, sindicalistas, académicos y expertos discrepan sobre el daño que puede causar al empleo esta paulatina sustitución de mano laboral. Desde UNI Global Union, que representa a 20 millones de trabajadores de más de 150 países, abren un debate para que se pongan límites éticos al desarrollo de la inteligencia artificial. Esta federación de sindicatos solicita consenso entre empresas, sindicatos, consumidores, gobiernos y organizaciones de la sociedad civil para una transición justa hacia el futuro mundo del trabajo. La tecnología debe ponerse al servicio de los seres humanos “de una manera justa, equitativa, transparente y sostenible”, argumentan.
En 2014 Stephen Hawking ya advirtió de los peligros de la inteligencia artificial que, según sus palabras, “terminaría por diezmar los empleos de la clase media, empeorando la desigualdad y aumentando el riesgo de agitación política”. Hace unos días volvía a insistir sobre el peligro de la automatización de las fábricas en The Guardian. Hawking se suma a un coro creciente de expertos preocupados por los efectos que la tecnología tendrá en la fuerza de trabajo en los próximos años y décadas. Si bien la inteligencia artificial traerá aumentos radicales en la eficiencia en la industria, para la gente común esto se traducirá en el desempleo al ser reemplazados por las máquinas. Un informe de Citibank en colaboración con la Universidad de Oxford predice que el 77% de los empleos están en riesgo de automatización en China; el 57% en la OCDE, el 47% en Estados Unidos y el 35% en el Reino Unido (ver texto completo en adjunto).
Expertos convocados por UNI Global Union no están de acuerdo con el potencial destructivo de la inteligencia artificial y más bien creen que su desarrollo beneficiará a los seres humanos, sobre todo en el campo de la asistencia sanitaria. Pero lo que está claro es que su utilización cambiará el mercado de trabajo y los requisitos de formación. “Al tener como objetivo la investigación y el desarrollo, la inteligencia artificial debe ser abierta, responsable y socialmente comprometida. Las personas que la diseñan deben establecer las mejores prácticas para evitar resultados indeseables”, subrayan. Académicos como Diakopoulos y Friedler exigen la rendición de cuentas a la inteligencia artificial. Incluso invitan a firmar un manifiesto para mitigar los impactos sociales o daños potenciales negativos de los algoritmos.
Empresarios como Mustafa Suleiman, co-Fundador y director de Applied AI, que Google adquirió en 2014, dejan claro que su objetivo con la apuesta por la inteligencia artificial es “hacer del mundo un lugar mejor”. Google invierte en la capacidad de los ordenadores para aprender a detectar patrones de grandes conjuntos de datos y lograr una meta ambiciosa. “Entiendo los argumentos económicos, pero esta tecnología beneficia a todos en el planeta, desde los ricos a los pobres. Nos hace más inteligentes, por lo que este es un paso natural”, afirma Eric Schmidt, CEO de Google.
Fuente: La Celosía