“Miedo de lo que hay en nuestro interior, miedo de lo que hay en el interior de los demás, miedo de lo que hay fuera. Nos asustan los cambios. Nos asusta quedarnos igual. Nos aterroriza cualquier cosa fuera de lo corriente, o un cambio en la rutina. Todo el mundo quiere ser distinto, pero ésa es la mayor amenaza” John Katzenbach
No hay nada peor que el miedo al cambio para que las oportunidades de crecimiento y aprendizaje pasen de largo. El cambio es parte fundamental de nuestras vidas y renunciar a él es renunciar a las oportunidades de desarrollo que se generan a través del mismo.
A todos, en general, nos gusta tener nuestra vida bajo control y sin excesivos sobresaltos y, en muchas ocasiones, si es predecible mejor que mejor. Los entornos y situaciones nuevas nos obligan a utilizar estrategias y modelos desconocidos y poco transitados dando paso a nuestros miedos e inseguridades. Son entornos en los que estamos obligados a adquirir nuevos aprendizajes y romper con hábitos muy arraigados y difíciles de transformar.
Todos sabemos que el cambio genera ansiedad y preocupación ya que nos saca de la más que conocida zona de confort y eso es algo que nos provoca malestar aunque sean cambios en positivo.
Salir de nuestra zona de confort y adentrarnos en la zona de aprendizaje requiere de tiempo, esfuerzo y coraje y no todos estamos dispuesto a ello. Pero es la única forma de avanzar en términos de crecimiento personal y mejora continua.
¿Os suena lo de que estamos inmersos en un entorno V.U.C.A (en inglés Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo)? No nos queda otra que aceptar esa ambigüedad e incertidumbre o nos quedaremos atrás en todos los ámbitos de nuestras vidas.
No parece que la situación económica y social vaya a regresar a parámetros más estables y predecibles, incluso los indicios demuestran que estos entornos inciertos han llegado para quedarse por mucho tiempo. Tendremos que aprender a gestionar los cambios y las transformaciones a nivel personal y profesional para encajar en un mundo que ya no admitirá el “mejor me quedo como estoy” como paradigma reinante.
¿Por qué rechazamos el cambio?
Cualquier cambio, incluso un cambio para mejorar, va siempre acompañado de molestias e inconvenientesArnold Bennett
Ya hemos comentado que el cambio aunque sea en positivo genera malestar y ansiedad pero la principal causa del rechazo al cambio es el miedo. Lo normal es ver cualquier cambio como una amenaza a nuestro estado actual.
Transitar por la zona de confort nos da mayor seguridad porque estamos habituados a los entornos que se generan allí. Sabemos de ellos, los reconocemos y por lo tanto tenemos un patrón de comportamiento ya establecido que no nos obliga a replantearnos nuestros hábitos. Actuamos de manera mecánica y automatizada sin darnos cuenta que estos comportamientos nos ponen frenos a nuestra potencialidad. Sin cambio no hay crecimiento y sin crecimiento no hay mejora ni desarrollo.
Hay multitud de razones por las que rechazamos el cambio (cada uno tendrá las suyas) pero se observan unos patrones genéricos que nos afectan prácticamente a todos:
- No reconocer el miedo al cambio: Es el primer paso. Solemos decir que no cambiamos porque no queremos – “yo soy así” – pero es engañarnos a nosotros mismos. No reconocemos que queremos cambiar porque nos da miedo no saber el tipo de consecuencias que obtendremos de dicho cambio.
- Miedo a perder lo que dejamos atrás: Creemos que dar un paso adelante y cambiar es perder lo que tenemos y controlamos. Eso nunca lo perderemos. A medida que avanzamos lo que dejamos atrás se convierte en la mochila de experiencias y conocimientos que nos ayuda mientras vamos cambiando y evolucionando.
- Miedo al error y al fracaso: Todos tenemos miedo al error. La sociedad castiga duramente el error al igual que el fracaso en lugar de integrarlo como un paso necesario en nuestro desarrollo personal. El problema del error y del fracaso es no aprender de él y quedarnos estancados. Parafraseando a Beckett “fracasa, fracasa otra vez, fracasa mejor” y rápido diría yo.
- Sentimiento de culpa y rechazo: Creemos que cambiar nuestras conductas y hábitos puede afectar a los que nos rodean de una manera desconocida para ellos y nosotros mismos, provocando rechazo a esa nueva situación creada. Que te digan “ya no eres el mismo” es un arma perfecta para despertar la culpa.
- Baja autoestima: tener una baja percepción de nuestra capacidad y valía hace que el rechazo al cambio sea más evidente en personas con un perfil bajo. Una baja auto-estima afectará a la manera de interactuar con el entorno y de relacionarse con los demás. La falta de confianza y el poco respeto por las capacidades propias hace que cambiar sea visto como algo inalcanzable – “mejor me quedo como estoy “ -.
¿Cómo podemos gestionar y asumir el cambio como una oportunidad?
Tomar una oportunidad significa estar dispuesto a entrar en acción. Estar dispuesto a entrar en acción significa estar dispuesto a asumir un riesgo. Estar dispuesto a asumir un riesgo significa estar dispuesto a adoptar un cambio. Luego OPORTUNIDAD = ACCIÓN + RIESGO = CAMBIOMichael Levine
Aunque cuesta verlo y es más fácil decirlo que hacerlo, el cambio debería verse como una oportunidad y no como una amenaza. Todo depende de la actitud y de la percepción que tengamos ante las situaciones y entornos que están por descubrir.
Es un camino lleno de obstáculos en el que tendremos que adoptar nuevas estrategias y combinar antiguos conocimientos y experiencias para ser capaces de superarlos y de abrir nuestra mente a situaciones que generen y exploten ese potencial de crecimiento que todos llevamos dentro y que sólo se puede encontrar en la zona de aprendizaje y nunca en la zona de confort.
Esa visión del cambio como oportunidad la podemos potenciar de varias maneras:
- El poder del cambio está en uno mismo: Nadie puede cambiar si realmente no quiere. El primer paso del cambio es ser consciente de querer cambiar. Cuando los cambios son impuestos es muy difícil hacerlos nuestros e interiorizarlos de manera firme.
- Aceptar el cambio como un proceso natural: El cambio es parte del proceso vital. Eso es innegable. Rechazar el cambio es como quejarnos de que el agua moja. No tiene sentido. Todo cambia constantemente. La evolución es cambio y transformación. La muerte metafórica es quietud y rechazo.
- Evitar la connotación negativa del cambio: Intentemos ver e interpretar el cambio como algo positivo. Nuestro cerebro está programado para negarse al cambio ya que le obliga a crear nuevos modelos y hábitos y eso supone un esfuerzo que no está dispuesto a hacer de manera inconsciente. Tenemos que obligarnos a generar nuevas conexiones a través de experiencias y situaciones novedosas.
- Identificar y gestionar las emociones: Muy importante ser consciente de las emociones que despiertan en nosotros los cambios. El gestionar correctamente las emociones como la ira y el miedo hará que nuestra capacidad de aprendizaje sea mayor y más rápida.
- Resiliencia y flexibilidad: La capacidad de superar situaciones adversas y ser flexibles para entender las consecuencias de nuestros actos es básica para una gestión y adaptación al cambio adecuada.
- fuente : Capital Humano & Talento