Los profesionales incompetentes son poco productivos

La incompetencia de los profesionales está directamente relacionada con su productividad y, tal vez, no sería descabellado señalar que es un fenómeno más abundante de lo que realmente sería aconsejable en cualquier empresa.

Es también evidente que provoca muchos descontentos, muchas envidias, muchas situaciones problemáticas y, sobre todo, abultadas pérdidas a las cuentas de resultados de las organizaciones; las personas incompetentes no son rentables.

Entonces, ¿por qué muchas de estas organizaciones permiten que estos individuos capeen a sus anchas y se les mantiene en sus puestos, a pesar de todo? Lo digo porque se conoce ampliamente que la incompetencia lleva hacia el camino de peores resultados y, más aún, se sabe que una adecuada productividad resulta imprescindible para todo buen desempeño y para alcanzar con efectividad los objetivos propuestos. Entonces, ¿por qué?

Si miras a tu alrededor, es muy probable que veas a tu alrededor uno o varios incompetentes cerca. En caso contrario,  piensa: ¿cuántas veces has visto a una persona desentenderse de sus responsabilidades o de las consecuencias de sus malas decisiones?, ¿cuántas veces has visto o sufrido decisiones arbitrarias o de dudosa efectividad y las has tenido que digerir de lleno?, ¿cuántas veces has visto que a unos buenos trabajadores se les sobrecarga de trabajo por tener que hacer lo que a los incompetentes no les apetece?, ¿cuántas veces has visto que haya que completar informes, expedientes, formularios, hacer trabajos que sabes que no valen para nada, y ni tan siquiera se van a leer o mirar?, ¿cuántas veces has visto solucionar malentendidos o despropósitos provocados por estos incompetentes? Una pregunta más: ¿a que todas estas cosas afectan a tu productividad y a tu desempeño?

“Más empresas se pierden cada año debido a la negligencia que por cualquier otra causa” Rose Elizabeth Fitzgerald Kennedy.

Es muy probable que hayas tenido que realizar en más de una ocasión, y aquí nos podríamos incluir todo el mundo, ciertos trabajos que sabías que no te iban a llevar a ningún resultado o, incluso, seguro que has llevado a cabo ciertas actividades para las que no te sentías competente. Sin embargo, lo más lamentable es que haya tantos profesionales incompetentes a tiempo completo, y bien atornillados a sus sillonesasumiendo la responsabilidad de dirigir a personas, o establecer criterios, de fijar objetivos o de administrar recursos valiosos y, normalmente, escasos.

Personas que, además, es probable que ignoren su incompetencia y, desde su puesto, pueden llegar a transformar una organización ágil y efectiva en un lugar de trabajo complejo, barroco y poco productivo, lugares donde hay un jefe que no es capaz de organizar y gestionar a su equipo, donde se toman decisiones contradictorias, donde hay empleados que sólo se encargan de acatar órdenes, donde todos se reúnen para todo, donde los procedimientos definidos para alcanzar los objetivos sólo distraen y no orientan, donde llegan y se envían cantidad de correos inútiles e ineficaces, donde las llamadas para solventar dudas son una constante, donde hay directivos que únicamente ejercen porque aparecen en el organigrama, donde aunque las normas  para aumentar la productividad existen, lo que preocupa y se valora más es el cumplimiento de estas normas por encima de mejorar la productividad.

Veamos cómo se puede llegar a esta situación con un sencillo ejemplo. Supongamos que en una organización se decide pintar el interior de la nave industrial de acuerdo con la nueva normativa de riesgos laborales.

De un hecho tan simple como encargar a los de mantenimiento que calculen la cantidad de pintura necesaria, la compren y pinten la nave, se puede llegar sin ningún problema y sin grandes esfuerzos a un proceso más complejo:

  • Planificar el pintado de la nave
  • Calcular los metros a pintar
  • Comprar la pintura
  • Hacer unas pruebas para ver si es conforme a las normas
  • Informar del resultado
  • Pintar
  • Revisar lo pintado

Pero la mente iluminada de un incompetente profesional que, además, se preocupe por el proceso y los resultados de la pintura, puede que añada más actividades y vuelva un trabajo sencillo, fácil y prácticamente exento de problemas, en un planteamiento barroco, complejo y que al final se aleje de lo que se pretendía lograr.

  • Anunciar el pintado de la nave
  • Pedir permiso a producción para pintar
  • Planificar el pintado de la nave
  • Calcular los metros a pintar
  • Comprar la pintura
  • Hacer unas pruebas para ver si es conforme a las normas
  • Informar del resultado
  • Pintar
  • Revisar lo pintado
  • Redactar un informe sobre el pintado de la nave
  • Presentar el informe del trabajo realizado
  • Tomar acciones correctoras si ha habido fallos
  • Formar a los de mantenimiento para evitar fallos de nuevo
  • Corregir los fallos en la pintura

Al final, lo que realmente interesaba, pintar la nave, se diluye en un maremágnum de acciones, algunas de las cuales puede que cobren más importancia que la que preocupaba inicialmente: el cumplimiento de una normativa.

“La suerte es siempre el último refugio de la pereza e incompetencia” James Cash Penney.

Pero la mente humana lo puede complicar aún más y transformar lo barroco en algo difícilmente clasificable. Basta con pulule por ahí, con mando, una de esas personas que lo complican todo.

Si se le ocurre que antes de pintar, se debe “analizar cómo planificamos la pintura” para saber si ésta es posible y corregir posibles desviaciones, el fin que pretendíamos -pintar- desaparecerá entre un mar de acciones, muchas de ellas, casi sin sentido.

Como consecuencia, la organización se ha transformado, a causa de un incompetente, en compleja y barroca, pues mantiene ocupados en temas improductivos a algunos, si no a muchos, de sus miembros porque sus cabezas, están ocupándose de cuestiones que, ni de lejos, están alineadas con sus verdaderas obligaciones, ni con los objetivos de la empresa. Sus quehaceres, por lo tanto, no hacen sino restar productividad a la organización.

Llegados a este punto, voy a recordar el principio de Laurence J. Peter, también conocido como principio de la incompetencia.

Viene a manifestar que las personas que hacen bien su trabajo pueden llegar a ser ascendidas hasta puestos de mayor responsabilidad, y así sucesivamente, hasta que alcanzan un puesto para el que son incompetentes, y en el que, si no pueden bajar de rango, se quedan estancadas. De este principio se deduce que todas las estructuras corren el peligro de evolucionar de modo natural hacia un equilibrio en la incompetencia

De este principio, si se diese el caso, podríamos sacar tres adversas conclusiones:

  • Con el tiempo, todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus obligaciones
  • El trabajo es realizado por aquellos empleados que no han alcanzado todavía su nivel de incompetencia
  • Muchos de los trabajos que así se realizan son como consecuencia de la incompetencia de un superior y afectan negativamente a la productividad de toda la organización.

Además, el tipo de profesional incompetente, tienden a de desenvolverse por medio de unos hábitos que los delatan. Porque,

  • Consideran, en general, que se las saben todas y, por tanto, es difícil que alguien les pueda enseñar algo sobre su trabajo.
  • Tienen muy arraigado en su mente el “yo”: yo lo pensé primero, yo lo propuse, yo lo hice, yo lo traje, yo lo conseguí, yo, yo, yo… apropiándose siempre que pueden de los méritos ajenos, aunque para hacerlo, tengan que pisotear a otros.
  • Se creen indispensables en la empresa. “Si no fuera por ellos…”
  • Se vuelven pelotas profesionales de sus jefes y siempre andan tratando de satisfacerlos en todos sus deseos y caprichos para conseguir su amistad y sus prebendas.
  • Cada vez que les cae una verdadera responsabilidad, la diluyen o la reparten lo antes posible entre sus subordinados.
  • Son profesionales de esconder la cabeza ante cualquier problema, esperando a que desaparezca o que se solucione como por arte de magia.
  • Piensan que relacionarse bien con sus superiores les aupará dentro del escalafón de la empresa.

“La incompetencia es tanto más dañina cuanto mayor sea el poder del incompetente” Francisco de Ayala.

Una de las preocupaciones que todo dirigente de una organización no debe descuidar, es la de asignar las funciones y responsabilidades a los subordinados que posean las aptitudes, cualidades y motivación suficientes y necesarias para un desempeño adecuado, lo que no siempre ocurre.

Si no quieres caer en la incompetencia que anuncia Peter deberías, como mínimo:

  • Definir a dónde quieres llegar a corto y mediano plazo.
  • Una vez hecho esto, haz una descripción de ése o esos puestos de trabajo que te gustaría ocupar.
  • Pregúntate sobre qué aptitudes y cualificaciones tienes ya y cuáles te faltan para convertirte en un buen candidato a esos puestos.
  • Busca formación para completar o perfeccionar aquellas habilidades de las que careces.

Sólo tú puedes hacer lo necesario para llegar al nivel que desees evitando, así, caer en la incompetencia. Tómate el tiempo que sea necesario, no sólo para promocionarte sino también para mejorar las aptitudes que posees y adquirir las que te faltan. De esta forma será muy probable que seas el mejor para ese puesto deseado.

Fuente : depro


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