Como no podía ser de otra manera, la crisis venezolana golpea fuertemente al sistema sanitario.
(El Mundo.es)El colapso en la atención de la salud y la drástica disminución de programas de salud pública son culpables directos de que el primer país que logró el certificado de la OMS por erradicar la malaria en 1961 haya registrado durante 2017 un total de 411.586 casos. El resurgimiento de una enfermedad que “pronto podría convertirse en incontrolable”, según señala una revisión que acaba de publicar la revista The Lancet Infectious Diseases. Malaria, Chagas, chikungunya, dengue o el virus del Zika… La crítica situación que vive Venezuela está acelerando la reaparición de enfermedades transmitidas por vectores (insectos como los mosquitos y las garrapatas) y amenaza con poner en riesgo la salud pública del país. Dichas afecciones van conquistando cada vez más territorios del país, incluso se extienden más allá, especialmente a Brasil y Colombia. De acuerdo con los datos del Ministerio de Sanidad de Brasil, en 2016, el 45% de los casos de malaria del municipio brasileño de Paracaima y el 86% de los registrados en Boa Vista fueron atribuidos a la inmigración venezolana. Se calcula que entre 2014 y 2018, 1,5 millones de venezolanos abandonaron su país para irse a vivir a otra nación de América Latina o a otra región del Caribe. En 2018, el promedio de personas que dejan Venezuela todos los días se sitúa en 5.500. Tras el análisis de toda la información recabada, los autores concluyeron que entre 2010 (29.736) y 2015 (136.402), Venezuela experimentó un aumento del 359% en casos de malaria, seguido del incremento del 71% entre 2016 (240.613) y 2017 (411.586). “Es potencialmente el mayor aumento de malaria reportado en todo el mundo”, dicen los responsables del trabajo. “La cruda realidad es que en ausencia de medidas de vigilancia, diagnóstico y prevención, estas cifras probablemente representan una subestimación de la situación real”, afirma Martin Llewellyn, líder de la revisión y profesor de la Universidad de Glasgow, Reino Unido.También llama la atención el capítulo dedicado a la enfermedad de Chagas, una de las principales causas de insuficiencia cardiaca en América Latina. Según las muestras recogidas entre 2008 y 2018, la seroprevalencia en niños menores de 10 años se estimó en 12,5% en algunas comunidades, en comparación con un mínimo histórico del 0,5% en 1998. Resultados lógicos teniendo en cuenta que “desde 2012, la vigilancia y el control de esta enfermedad han sido abandonados en Venezuela”, puntualiza Llewellyn. En cuanto al dengue, se ha multiplicado por cinco, con una incidencia promedio de 211 casos por cada 100.000 personas entre 2010 y 2016 y seis epidemias cada vez más grandes registradas a nivel nacional entre 2007 y 2016.El potencial epidémico de la fiebre chikungunya parece estar subiendo peldaños también. Se estima que en 2014 hubo dos millones de casos sospechosos. Lo que está claro es que la agitación social, política y económica que los venezolanos llevan soportando la última década deja a su país en crisis, “con capacidad reducida para una intervención efectiva”. Afortunadamente, los autores ven posibles soluciones, incluso con recursos restringidos. Un buen ejemplo, apunta Llewellyn, es la estrategia binacional para la eliminación de la malaria en la frontera entre Perú y Ecuador. Mantienen una estrecha colaboración en la vigilancia y la formación del personal para recoger muestras de personas febriles dentro de sus comunidades fronterizas, lo que impulsa un diagnóstico y tratamiento eficaces. También intercambian recursos tales como información, medicamentos e insecticidas. El gran desafío es identificar y evaluar a las personas con más probabilidades de infección. Por eso, comentan los autores, es especialmente importante que las comunidades con mayor riesgo de enfermedad estén informadas sobre la creciente amenaza. Los expertos señalan, además, que la vigilancia es crucial y se debe utilizar para crear conciencia entre las autoridades venezolanas y regionales, y alentarlos a reconocer la creciente crisis, cooperar y aceptar intervenciones médicas internacionales. “Pedimos a los miembros de la Organización de los Estados Americanos y otros organismos políticos internacionales que presionen más al gobierno venezolano para que acepte la asistencia humanitaria ofrecida por la comunidad internacional para fortalecer el sistema de salud. Sin tales esfuerzos, los avances en salud pública logrados en los últimos 18 años podrían revertirse pronto”, advierte Llewellyn.