¿Hace falta asistir a un aula para escuchar a un profesor para tener una formación de calidad? La enseñanza virtual, que prescinde de ambas cosas, gana adeptos cada día. El curso pasado 47.270 personas estudiaron una carrera o un máster oficial en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), que solo imparte clase por Internet. En la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia), que hace 10 años empezó a incorporar sistemas interactivos, se matriculan 60.000 alumnos nuevos cada año y es el centro con más estudiantes de España. La mayoría de grandes corporaciones ofrece ya online parte de la formación continua a sus empleados. La crisis, la necesidad de reciclaje laboral y de nuevas capacidades de aprendizaje borran los prejuicios contra la llamada ciberenseñanza.
Es una manera de ahorrar tiempo y gastos, explica una alumna
No es más fácil ni más difícil, pero requiere mucha fuerza de voluntad
El precio de la matrícula es igual al de la enseñanza presencial
Los estudiantes de la Oberta de Catalunya aumentaron de 200 a 47.270 en 15 años
El proceso de Bolonia pretende fomentar alumnos autodidactas
Las carreras de ciencias tienen una adaptación más difícil
«Yo ya tenía una carrera. Quería estudiar otra pero no me apetecía pasar por los mismos calvarios: horas de autobús arriba y abajo, gastos de comida y transporte, dedicación exclusiva… Por eso me decidí por probar a estudiar en casa», cuenta Irene Armero. Esta licenciada en Traducción e Interpretación de 27 años se matriculó en la UOC. Estudió el segundo ciclo de comunicación audiovisual. Trabajando por las mañanas en una oficina y estudiando en casa por la tarde delante del ordenador. «No es un sistema ni más fácil ni más difícil que el presencial. Pero requiere otras cosas. Por ejemplo, mucha fuerza de voluntad», recuerda. En los dos cursos no tocó ni una cámara profesional ni pisó un estudio de radio. «Pero escogí la rama más teórica [relacionada con la semiótica] así que no veo problema. Si hubiera querido prácticas, podría haberlas hecho en un centro concertado», defiende.
La cuestión es: a la hora de buscar trabajo, ¿valorará igual el responsable de recursos humanos un título obtenido online que uno en una universidad tradicional? Según Randstad, empresa de selección de personal, en algunos sectores lo acogerán incluso mejor. «Las empresas valoran la institución o el centro formativo por encima de si la formación ha sido presencial u online. Siempre y cuando la formación esté homologada, algo fundamental, les es indiferente», explica. Un portavoz de su área especializada en puestos medios y altos añade que algunos clientes «hasta valoran más positivamente la formación online«, porque consideran que el candidato ha hecho un sacrificio especial si ha sido capaz de compaginarlo con un trabajo.
«Las empresas aplican cada vez más la formación a distancia internamente. Por eso confían cada vez más en los que llegan con ese tipo de formación a hacer entrevistas», asegura Albert Sangrà, director académico del centro de investigación, innovación y formación en aprendizaje virtual de la UOC. Además, cree que la formación en sí misma ha avanzado mucho: profesores especializados, didáctica específica y mejoras técnicas. Su centro tenía 200 estudiantes en 1995. Ahora tienen más de 47.000 en programas oficiales. «¿Quién es más virtual, un alumno de mi centro, que tiene que trabajar desde casa todos los días para cumplir plazos de trabajo y para entender por sí mismo lo que estudia, o un alumno que va un día a clase y no vuelve a pisar el aula hasta el examen? De los segundos, las universidades tradicionales están llenas», defiende.
Para Miguel Santamaría, vicerrector de calidad e innovación en la UNED, el enorme crecimiento en los últimos dos años del ciberaprendizaje tiene que ver con la crisis. No por cuestión de precio (en el caso de esta, los precios son similares a los de cualquier universidad pública) sino porque, con los problemas económicos, muchos trabajadores se han dado cuenta de que «la supervivencia en el mercado laboral depende de la actualización continua». También añade que las nuevas capacidades de aprendizaje requerían nuevos métodos de enseñanza. «La tecnología ha cambiado la forma de estudiar. Estamos acostumbrados a vivir rodeados de información, a que se nos permita participar, preguntar, buscar… no solo se trata de leer bibliografía».
La migración de la UNED de «universidad a distancia» a «universidad sin distancias», es decir, a contenidos interactivos en la Red, comenzó en 2000. Empezaron a introducir sistemas de intercambio de información entre alumnos y profesores. «Y entonces llegó Bolonia. Y hemos dado el salto definitivo. La evolución a lo largo de estos años de la tecnología nos lo ha facilitado», cuenta con un notable orgullo Santamaría. Los nuevos grados han llegado acompañados de aulas virtuales, pizarras interactivas, sesiones de tutoría grabadas y colgadas en Internet… «Todo esto permite además optimizar recursos. Las clases normales las da solo un tutor, para la grabación. El resto de docentes pueden dedicar más tiempo a reuniones personalizadas y dudas concretas de alumnos», explica.
José Manuel, de 42 años, probó el sistema de la UNED por primera vez el año pasado. Es médico, pero siempre ha sido un amante de la historia. «Con mis horarios y dos niños, no podía ir a clase. Así que me matriculé con un amigo en tres asignaturas de Geografía e Historia». El sistema está «maravillosamente informatizado», opina. Pero precisamente por eso, es increíblemente frío. «Lo tienes todo en un ordenador. Cuando yo fui a la facultad, de lo que el profesor te contaba en clase retenías bastante. Y luego había que repasar. Con el sistema a distancia todo depende de ti. Tomos de 700 páginas. Foros donde la gente intercambia cientos de mensajes… Es como un Facebook pero con gente hablando, en mi caso, de piedras prehistóricas. Es difícil y requiere tiempo. Pero es que es una carrera, así que es así como debe ser», opina. Como médico, explica, no toda la educación virtual con la que se ha cruzado es tan seria. «Yo he visto algunos cursos online relacionados con la medicina vergonzosos. Creo que la cuestión no es si el sistema es bueno o no. Depende del contenido».
La misma idea defiende Manuel Fernández de Villalta, vicedecano de formación online del IE Business School. Los programas por Internet de esta escuela de negocios son los mejores del mundo, según la revista británica The Economist. De los 1.500 directivos que forman al año, 300 estudian online. En un plazo de entre tres y cinco años quieren que supongan el 50% del alumnado. «En España se está superando por fin el prejuicio hacia la formación virtual de calidad. La crisis ayuda al impulso. Pero no por cuestión de ahorro de dinero, sino porque, si se elige la formación online, se puede compatibilizar con el trabajo», razona el vicerrector. Y barre para casa: asegura que la clave del impulso está en que instituciones de calidad, como la suya, hayan apostado por este sistema, algo que hace 12 años, cuando ellos empezaron, parecía impensable.
«La educación a distancia se consideraba pasiva y puramente autodidacta. Ahora un máster por Internet, bien elaborado, es más interactivo que uno presencial». El precio en su centro de un programa online es superior al de uno presencial. «Porque la clave para que funcione es el modelo y los profesores. Atraer profesores de primer nivel a este formato no es fácil. Nosotros pagamos más a los docentes en online, porque les supone más trabajo». Una clase tradicional en un aula suele durar entre una y tres horas. En un aula virtual, una discusión de un solo tema puede alargarse una semana.
En general, en Estados Unidos es donde existen centros con formación virtual prestigiosa. En ese país hay más de 80 centros con programas online con acreditación de la AACSB, la más reconocida en el campo de la formación de negocios. En Reino Unido, tres. En Francia y en España uno, el IE.
La demanda de este tipo de enseñanza no es homogénea. De los 192.571 estudiantes matriculados en 2009 en estudios de primer y segundo ciclo, el 70% eligió estudios de ciencias jurídicas y sociales, es decir, carreras como Administración y Dirección de Empresas, Derecho o Económicas, según datos del Ministerio de Educación. El 13% se decantó por estudios técnicos (Ingeniería Informática, por ejemplo) y otro 13% por carreras de humanidades como alguna filología o Historia. Los estudiantes online de ciencias experimentales (Bioquímica o Ciencias de los Alimentos, por ejemplo) son solo unos pocos cientos, y a los estudios universitarios de Medicina, Enfermería y las ciencias de la salud en general, Internet no ha llegado.
Bolonia, dicen los responsables tanto de la UNED como de la UOC, supondrá el respaldo definitivo a sus métodos en Europa. «Porque lo que pide el nuevo espacio europeo de educación es que el alumno sea más autónomo, más activo, más autodidacta… Justo lo que hacemos nosotros. Bolonia acerca la universidad tradicional a nuestro modelo», opina Santamaría. La universidad tradicional, dice, cada vez les copia más a ellos y los profesores presenciales incluyen más material interactivo en sus clases.
Todos los profesionales del sector recuerdan que en 2009 un informe del Departamento de Educación de Estados Unidos concluyó que las enseñanzas virtuales pueden ser más efectivas que las presenciales. Sin embargo, hay algo que la UNED, la UOC y el IE Business School no niegan: siempre habrá algunas cosas que no se puedan sustituir por ordenadores.
En los programas virtuales del IE apuestan por realizar dos o tres reuniones presenciales. «Si la gente se conoce, aunque solo sea una vez, después la comunicación por foros de Internet es más fluida», justifica. En la UNED y la UOC los alumnos se ven las caras en los exámenes. «Creemos que es la mejor forma de asegurarnos de que el que hace los exámenes es el mismo que obtiene el título», justifica Santamaría. También las prácticas de empresa son presenciales, a través de acuerdos de colaboración.
Los métodos por Internet son perfectos para enseñar procedimientos, considera Francesc Fàbregas, director en España de la consultora GEC, compañía francesa especializada en formación corporativa. Pero para la enseñanza de actitudes, dice, todavía es necesario dar clases presenciales. «Para enseñar a un comercial a vender, hay que enseñarle a mirar a los ojos. Eso hay que trabajarlo en persona», recomienda. Pero para el grueso de la formación continua en empresas, Fàbregas opta por las nuevas tecnologías.
Las empresas se pueden ahorrar entre un 30% y un 50%, asegura. «Por eso, con la crisis, se ha disparado la demanda de formación online corporativa. Por el ahorro de costes. Pero también porque ahora las cosas van a una velocidad que no siempre permite otro sistema», dice. Su empresa trabaja generando formación interna para 29 bancos y cajas, 10 aseguradores, 18 Administraciones públicas… El 40% de su negocio proviene de los programas especiales que crean para entidades bancarias. Otro 30% de las empresas automovilísticas y otra porción igual de los servicios.
«A una cadena de ropa llegan cada vez nuevas prendas, nuevas indicaciones de mobiliario, escaparate… No pueden mandar a cada tienda un formador. Necesitan gente que sea capaz de aprender por sí misma, a través del ordenador o con vídeos», dice. Por eso estas empresas, a la hora de contratar, buscan gente con estas habilidades adquiridas. En los programas de formación que venden a las compañías, GEC ha incluido el aprendizaje informal: redes de profesionales de diferentes sectores que se intercambian soluciones, anécdotas y experiencias. «Son más enriquecedoras incluso que las lecciones de formación reglada», explica. Este tipo de cosas son para Fàbregas la clave del impulso del aprendizaje digital. «La revolución de formatos. Puedes tener vídeo, audio, cuestionarios… y también redes sociales». Decenas de formatos que combinar para adaptarse a las necesidades de aprendizaje de cada alumno. O a las que la empresa les exige para seguir dentro y que deben asimilar cada vez más deprisa.
«Ahora estoy en un congreso de nueva didáctica. Estamos hablando de las posibilidades del aprendizaje a través de teléfonos móviles. La gente puede descargar contenido y trabajar con él desde el teléfono en el tren, el metro… Se trata de aprovechar el tiempo. Esto supongo que es lo que nos espera los próximos meses: móviles», adelanta Santamaría. ¿Y los próximos años? «Imposible hablar de lo que pasará a medio plazo. En el 2000 no podíamos ni imaginar que en una década la educación a distancia cambiaría tanto. Dentro de 10 años… ya veremos cómo ha cambiado», zanja.
En aumento
– 1,4 millones de personas se matricularon el año pasado en un curso universitario de primer o segundo grado, según el Ministerio de Educación.
– Del total, 1,2 millones optaron por universidades presenciales. 192.571 estudiantes eligieron una universidad online, 10.500 personas más que en 2005.
– La más popular fue la UNED, con 145.938 alumnos. Le siguió la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), con 44.195 matriculados. UNIR, la universidad virtual de La Rioja realizó 1.570 matrículas y en la universidad a distancia de Madrid, UDIMA, se matricularon 868 estudiantes.
– Las universidades presenciales registraron un 2,1% de alumnos extranjeros. Las virtuales, el 4,7%.
asi que colegas hacer muchos cursos online y despues reforzarlos con practicas 🙂