Enfermera escolar: la profesión que podría acabar con el bullying

El colegio debería ser siempre un lugar en el que sentirse seguro, donde el único objetivo sea salir cada día con algún conocimiento nuevo, relacionarte y afianzar grupos de amigos con los que reír, jugar y hablar. En resumidas cuentas, un lugar en el que el niño se sienta seguro y feliz. El problema es que para muchos el instituto se ha convertido en el lugar donde viven la peor pesadilla de sus vidas: el bullying.

Con este anglicismo hacemos referencia al maltrato físico y/o psicológico deliberado y continuado que recibe un niño por parte de otro u otros niños con el objetivo de llegar a someterlo y asustarlo. Son ataques que se repiten de manera continuada, donde persisten las burlas y las agresiones que acaban provocando la exclusión social de la víctima, y que normalmente es provocado por un alumno apoyado por un grupo hacia alguien que se encuentra indefenso. Este acoso normalmente se mantiene en un tiempo debido a la ignorancia o pasividad de las personas que lo rodean que no intervienen y ahí es donde se agrava el problema.

Un empujón que se repite cada día, una burla continua, un apodo que denigra, un insulto en la pizarra… hay muchas formas de ejercer y de sufrir este tipo de acoso, como también hay muchas formas de tratar de acabar con él. Y es que es una triste realidad que cada día aumenta más, de hecho, en los dos últimos años ha crecido un 240%. Sólo el año pasado la Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) registró más de 1.200 casos de acoso escolar. A pesar de que cada día aumenta más y es un problema que se padece en silencio en la mayoría de los casos, muchas personas se dedican a tratar de ayudar a estas víctimas y hacerles salir de ese pozo sin salida.

José Antonio Jiménez-Barbero es uno de ellos, este enfermero catalán estuvo más de ocho años de su vida siendo agente de policía pero más tarde hubo algo que le marcó y le hizo regresar a su verdadera profesión, y es que las experiencias vividas durante su trabajo como policía en las calles le llevaron a conocer muy de cerca la problemática de niños y adolescentes de familias disfuncionales o que estaban viviendo situaciones verdaderamente traumáticas, y querer dedicarse nuevamente a ello. En poco tiempo decidió se interesó por el acoso escolar y es que, tal y como explica, “pude comprobar por mí mismo la gravedad y la complejidad de esta problemática y las dificultades que existían para abordarla de manera adecuada. Comprendí que para combatir el bullying era necesario trabajar de forma multidisciplinar y actuar desde la prevención y la modificación de actitudes, algo que no podía conseguirse con las intervenciones que se realizan habitualmente en los distintos centros”. Es así como este enfermero se especializó en salud mental, comenzó a ejercer como profesor en la Facultad de Enfermería de la Universidad de Murcia dirigiendo varias líneas de investigación sobre este tema y lo compaginó con otra profesión más: escritor.

Este tipo de acoso puede manifestarse de muchas formas dependiendo del perfil del propio niño o adolescente y, aunque podamos detectar algunas señales como conductas de miedo, huida o evitación (como evitar hablar del colegio), conductas depresivas (llantos, insomnio, pérdida del apetito), conductas ansiosas… muchas veces es complicado detectarlo a tiempo lo que acarrea graves secuelas. “Hay que tener en cuenta que el acoso escolar se produce durante una fase muy importante del desarrollo de la personalidad y una exposición continuada a la violencia puede alterar gravemente y de manera irreversible la autoestima del futuro adulto y ocasionar trastornos e incluso el suicidio”, explica este profesional sanitario.

José Antonio no quiso quedarse parado y basó su tesis sobre la violencia escolar y los problemas de conductas en adolescentes, pero esto no se quedó aquí, decidió poner su granito de arena y escribir varios libros centrados en esta temática y dirigirlos a todos los actores del fenómeno; víctimas, acosadores, observadores y padres y profesores. Así, acabó publicando varias novelas bastante diferentes a lo que la gente estaba acostumbrada a leer. Si todo salía bien El niño que no quiso llorar y Confesiones de un psicópata adolescente (continuación de la anterior) serían el motor para salir de esa pesadilla para algún niño o se convertirían en una buena herramienta capaz de abrir los ojos a quien ejerce este tipo de violencia. Con estas novelas los lectores pueden conocer de una forma más directa el drama que se vive con el bullying, cómo y por qué se produce, por qué los observadores no intervienen, qué tipos de acoso existen y, sobre todo, qué consecuencias tiene.

A pesar de tener mucha información a nuestro alcance cada día conocemos nuevos casos de acoso escolar, nuevos niños que sin motivo alguno sufren vejaciones, golpes, insultos y un sin fin de formas de violencia que acaban apagándolos poco a poco. “En ocasiones resulta muy complejo reconocer un caso de violencia escolar debido a que muchas formas de acoso son de tipo psicológico en el que la violencia se produce de forma muy sutil”, explica José Antonio Jiménez. Y aunque existen protocolos de actuación en todos los centros públicos y privados en caso de que se detecte acoso, muchas veces la ayuda llega demasiado tarde. Por todo ello existe una nueva figura dentro de la profesión enfermera que cada vez tiene mayor reclamo: la enfermera escolar. Se trata de una profesional enfermera que prestaría cuidados y asistencia en accidentes o heridas, tareas de administración en niños con patologías crónicas, coordinar actividades… pero sobre todo tendría una labor muy importante en el bullying: participar en la elaboración y aplicación de los distintos programas preventivos.

“La enfermera escolar puede jugar un papel decisivo, tanto en la detección precoz de las situaciones de acoso, que muchas veces pasan desapercibidas debido al silencio de la víctima, como en la planificación e implantación de programas de prevención. Esta persona sería la primera que atendería esos “accidentes” o heridas que se dan de forma tan repetida en las víctimas de acoso y se encargaría de gestionar el proceso de atención, recopilación y almacenamiento de la información referente a los alumnos, lo que repercutiría en un mejor conocimiento del problema y mayores posibilidades de detección e intervención”, defiende José Antonio. Por ello cada vez son más los centros que solicitan la implantación de forma paulatina de la enfermera escolar pero, por desgracia, la cosa va demasiado lenta y la mayoría no cuentan con una. Y es que tal vez la enfermera escolar no sería capaz de acabar de raíz con el bullying, pero sí de reducir los casos y hacer que para muchos niños esa pesadilla de ir al colegio se convierta de nuevo en el lugar donde solo tengan cabida valores de amistad, risas, felicidad y conocimientos nuevos.

fuente :
https://www.enfermeria21.com

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