Salud y tecnología, el despertar de la medicina digital

En enero pasado Stephen Klasko, CEO de Jefferson Health, una firma que administra hospitales en Filadelfia, tuvo una charla con el gerente general de un banco. El financista le dijo que hace 20 años la salud y la banca eran las únicas industrias que no habían abrazado aún la revolución digital. «Ahora -recuerda Klasko que le dijo el banquero- ustedes están solos».

El banquero tenía razón. El Instituto Global McKinsey, el centro de estudios de la consultora, considera que en lo que se refiere a la digitalización, el sector de la salud por cierto viene a la zaga no sólo de la banca sino también al turismo, el comercio minorista, la industria automotriz e incluso la fabricación de alimentos envasados. Alrededor del 70% de los hospitales de Estados Unidos aún usan el fax e historias clínicas escritas a mano. El CEO de un hospital grande de Madrid señaló que prácticamente no había historias clínicas compartidas por vía electrónica en gran parte de España cuando se dio la primera ola del Covid-19 en el país.

Al exponer estas deficiencias digitales la pandemia por fin está promoviendo el cambio. Confrontado con las cuarentenas y el caos, los doctores han abrazado la comunicación digital que ya es algo común desde hace años. Los pacientes están aceptando más el diagnóstico y los tratamientos remotos y asistidos por computadora. Y firmas emprendedoras, desde startups con apps de salud y hospitales hasta compañías de seguros, farmacéuticas y gigantes tecnológicos como Amazon, Apple y Google, corren a ofrecer este tipo de servicios.

McKinsey estima que los ingresos globales por la salud digital -de telemedicina, farmacias online y dispositivos wereables, entre otros-aumentarán de US$350.000 millones el año pasado a US$600.000 millones en 2024. Amplias franjas del mercado de salud de Estados Unidos, que mueve US$3,6 billones al año, están en proceso de un recambio digital. Lo mismo está sucediendo en China, Europa y la mayoría de los lugares donde hay médicos trabajando.

La creación de las bases de lo que parece que será el próximo negocio billonario parece haberse acelerado por la pandemia. Hay un vuelco de grandes cantidades de dinero. Según un estudio de la consultora CB Insight, un récord de US$8400 millones fluyó hacia empresas privadas de salud digital en el tercer trimestre de 2020, más del doble que hace un año. Los unicornios del sector -empresas cotizadas en más de US$1000 millones-, tienen un valor combinado de US$110.000 millones, según la consultora Holoniq. En septiembre AmWell, una empresa de telemedicina en la que Google ha invertido US$100 millones, reunió US$742 millones en un lanzamiento inicial de acciones; su capitalización de mercado es de US$6000 millones. El 2 de diciembre JD Health, una farmacéutica digital relacionada con jd.com, un emporio chino online, recaudó US$3500 millones en el segundo mayor primer lanzamiento de acciones de Hong Kong de este año.

Y no es de sorprenderse que los inversores estén apabullados. La demanda de medicina digital está en auge. La firma francesa Doctolib dice que sus consultas por vídeo en Europa se han disparado este año, de 1000 a 100,000 diarias. Ping An Good Doctor, un portal de salud chino que algunos consideran el mejor segmento de su empresa aseguradora madre, se está expandiendo al sudeste asiático en un emprendimiento común con Grab, un gigante de los viajes compartidos de Singapur.

Mucho ruido

Como sucede con muchas modas tecnológicas, parte de esto resultarán puro ruido. Analistas de la consultora Gartner buscan apaciguar las afirmaciones exageradas de quienes proponen la «medicina de precisión» individualizada y la inteligencia artificial médica. Pero incluso ellos admiten que hay motivos para pensar que no todo el entusiasmo es exagerado.

Tecnologías como las de sensores, computación en la nube y analítica de datos están llegando al sector en momentos que el riesgo de contraer Covid-19 en hospitales y clínicas hace que su adopción sea más atractiva que nunca. Firmas especializadas como Livongo y Onduo hacen dispositivos para el control de diabetes y otras enfermedades en forma continua. Un estudio de la Universidad de Stanford descubrió que casi la mitad de los médicos estadounidenses encuestados utilizan este tipo de dispositivos. De ese grupo el 71% consideró que los datos son útiles en términos médicos.

En junio la Clínica Mayo, un prestigioso grupo hospitalario sin fines de lucro, se unió a una startup llamada Medically Home para ofrecer «cuidados de nivel hospitalario», desde infusiones e imágenes hasta rehabilitación, en el dormitorio de los pacientes. Incluso se ha demostrado que el Apple Watch es capaz de predecir un problema médico conocido como fibrilación auricular en una prueba clínica.

Una manzana diaria

Los pacientes están interesados. Un estudio que abarcó alrededor de 16 millones de pacientes estadounidenses que se acaba de publicar en la revista Jama Internal Medicine descubrió que su uso de la telemedicina se multiplicó por 30 entre enero y junio. Consumidores estadounidenses encuestados en mayo por Gartner estaban utilizando crecientemente internet y apps de celular para una variedad de necesidades médicas.

Un punto crítico es que los entes reguladores de todo el mundo están presionando a los proveedores de servicios de salud para que abran sus sistemas cerrados, lo que es una precondición para que florezca la salud digital. La Unión Europea está promoviendo una norma electrónica para las historias clínicas médicas. En agosto el gobierno indio presentó un plan de identidad de salud digital que tiene en su centro la interoperabilidad. Kuantai Yeh de Qiming, una firma de capital de riesgo, dice que el gobierno chino también está tratando de superar la resistencia a las historias clínicas electrónicas de hospitales que temen que sus pacientes se vayan con sus rivales. Yidu Cloud, una plataforma de big data para hospitales, puede tener el mayor conjunto de datos de salud a nivel mundial, de acuerdo a una estimación de Leew Kai-fu de Sinovation ventures, otra firma de capital de riesgo.

Apple, con su reputación de protección de la privacidad de los usuarios también está promoviendo un estándar común. Una combinación de estos esfuerzos y presión regulatoria anuncia «una nueva era» para la medicina digital, cree Aneesh Copra, ex jefe de tecnología de la Casa Blanca.

Judy Faulkner, líder de Epic, una productora líder de software para manejar historias clínicas electrónicas a la que Chopra desde hace mucho viene urgiendo a que sea más abierta, declara que está dispuesta; 40% de los datos manejados por su firma ya son compartidos con quienes no son sus clientes, dice. Kris Joshi, que dirige Change Healthcare, que maneja más de US$1,5 billones de pólizas de seguro médico en Estados Unidos al año, ve más interoperabilidad, al menos entre empresas.

Todo esto está ayudando a la medicina a evolucionar de «una ciencia clínica soportada por datos a una ciencia de datos soportada por clínicos», explica Pamela Spence de la consultora EY. ¿Esto hace que la salud sea un gran negocio pendiente de que alguna tecnológica grande se haga cargo? Amazon quiere que su asistenta digital Alexa sea capaz (con el permiso del cliente) de analizar la tos de un usuario y decirle si se origina en una gripe común o en Covid.

En noviembre el gigante de internet, que ya vende casi todo lo demás, lanzó una farmacia digital para competir con el cenáculo de firmas farmacéuticas que controlan la distribución de medicamentos, los intermediarios y los minoristas. AliHealth, una división de Alibaba, el campeón del comercio electrónico chino, está sacudiendo al mercado farmacéutico local. Sus ingresos dieron un salto del 74% en los seis meses hasta septiembre, comparando año contra año, hasta alcanzar los US$1100 millones. Apple tiene su reloj y casi 50.000 apps de iPhone. La compañía madre de Google, Alphabet, cuenta con Verily, una división de ciencias de la vida.

Las anteriores incursiones de los gigantes tecnológicos en la salud fracasaron, sostiene Shubham Sinhal, de McKinsey, porque intentaron hacerlo por sí solos. La medicina es un campo minado regulatorio con poderosas empresas establecidas donde los modelos de negocios de las grandes tecnológicas, en particular los que se basan en la publicidad, no encajan naturalmente. Pero la pandemia ha sacado a la luz que los impresionantes equipos y los caros servicios de los proveedores existentes logran mejorar la salud demasiado poco a menudo. Para prosperar la nueva generación de tecnologías deben «mejorar la salud, no incrementar los costos» cree Vivian Lee de Verily. Su firma está dejando de lado el sistema de pago por servicios en favor de los contratos basados en riesgo en los que sólo se paga cuando el resultado es positivo (por ejemplo, si los diabéticos logran controlar el nivel de azúcar en sangre o más gente se hace examinar la vista).

Eso apunta a un futuro híbrido en el que Silicon Valley trabaja en más estrecha relación con firmas de salud tradicionales. Epic está usando software de reconocimiento de voz de la startup Nuance para permitir que médicos envíen notas a especialistas externos; también se ha unido a Lyft, una firma de viajes compartidos, para llevar pacientes a hospitales. Siemens Healthineers, una firma tecnológica de salud alemana, está trabajando con la cadena de hospitales estadounidenses Geisinger, para expandir el monitoreo de las pacientes a distancia.

Klasko, ansioso por demostrar que el banquero está equivocado, está abrazando el enfoque híbrido con gusto. «Hay que tener asociaciones con proveedores, no sólo cientos de apps desconectadas». Ha traído a General Catalyst, una firma de capital de riesgo que hizo apuestas tempranas en muchas startups de salud digital incluyendo Livongo, para trabajar junto a su equipo de innovación en Filadelfia. «Apresurarse y romper cosas -el lema de Silicon Valley- no funciona bien en la salud», observa Hemant Taneja de General Catalyst. Pero tampoco sirve quedarse quieto.

FUENTE The Economist

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