El grupo que lleva adelante la investigación está conformado por científicas de la UNSAM y, de manera reciente, recibió un subsidio de parte de la Unidad Covid-19, compuesta por el MinCyT, el Conicet y la Agencia.
(Página 12) China y EEUU corren una competencia por ver quien llega primero a la vacuna. Para nosotras, está bueno que ello suceda porque cuanto antes esté la respuesta mucho mejor. No queremos ser las primeras pero sí desarrollar las capacidades y las experiencias suficientes para poder generar nuestras propias tecnologías para no tener que andar esperando si los poderosos se deciden a hacer las cantidades de dosis necesarias para mandar aquí, afirma Juliana Cassataro, investigadora del Conicet en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad de San Martín.
El grupo que lidera esta experta está conformado por otras científicas de la UNSAM y, de manera reciente, recibió un subsidio de parte de la Unidad Covid-19, compuesta por el MinCyT, el Conicet y la Agencia. A continuación, narra todos los detalles acerca de la iniciativa doméstica que utiliza proteínas recombinantes y se espera que sea efectiva para combatir la pandemia.
Se propusieron desarrollar una vacuna, ¿en qué etapa se encuentran?
Somos un equipo interdisciplinario compuesto por virólogas, inmunólogas y especialistas en el análisis de estructura de proteínas. Desde hace años trabajamos en vacunas y adyuvantes (procedimientos para volver más efectiva la respuesta inmune), de hecho, uno de nuestros miembros, Diego Alvarez, contribuyó en el desarrollo del kit serológico para detectar anticuerpos presentado por Andrea Gamarnik hace unas semanas. Por eso, cuando salió el llamado de la Unidad Covid-19 nos propusimos hacer una fórmula de vacuna que está siendo evaluada en fase preclínica (en ratones) con proteínas recombinantes.
¿Por qué con proteínas recombinantes?
Existen múltiples plataformas de vacunas que en el presente se utilizan en el marco internacional. Están aquellas que emplean al virus atenuado como la Sabin (siempre tiene un peligro porque es muy difícil calibrar el nivel de atenuación); luego están las que utilizan al patógeno inactivado como en Hepatitis A (aquí hay que agregar un adyuvante que potencie la fórmula y también presenta efectos adversos algunas veces) y, por otro lado, hay vacunas que nunca se dieron y que se están probando en este momento. Me refiero a las de ARN, de ADN y de adenovirus, que son muy fáciles de hacer pero nunca se chequearon en grandes poblaciones. Por último, están las de proteínas recombinantes –escogida por nosotros– que se usan en Hepatitis B y HPV (Virus del Papiloma Humano). En este caso, las proteínas puras junto a un adyuvante constituyen la opción más segura y, asimismo, es en la que tenemos la mayor experiencia. Luego de escoger esta vía planteamos la posibilidad de dos modalidades, una más tradicional sobre proteínas recombinantes que te acabo de comentar y la más innovadora.
¿A qué se refiere con “la más innovadora”?
Lo más innovador es tratar de hacer la vacuna oral. Nuestro laboratorio ha desarrollado compuestos que mejoran esta modalidad de aplicación; ya lo hemos probado con otras fórmulas virales y bacterianas y nos ha funcionado muy bien. En un contexto de pandemia como el que atravesamos esta opción sería la más adecuada porque no se necesitarían profesionales de la salud ni personal adiestrado para suministrar las dosis. El obstáculo que se nos presenta es el que siempre aparece cuando se intenta algo nuevo: se necesita más tiempo para explorar absolutamente todos los pasos que de otra manera se realizan con mayor velocidad. Hoy en día estamos produciendo las proteínas recombinantes y en seis meses esperamos contar con los primeros resultados que nos permitan decidir qué fórmula es la mejor. Una vez que lo consigamos necesitaremos tres meses más para repetir todos los experimentos y ajustar detalles.
¿Y a partir de ahí?
Es muy lindo contar con la posibilidad de un financiamiento y poder aplicar nuestro conocimiento en una situación concreta y tan demandante. Sin embargo, con 100 mil dólares no se hace una vacuna. Cuando terminemos esta fase y la hayamos probado con éxito en ratones vamos a tener que contar con el apoyo de grandes laboratorios que nos financien el resto de los estudios en humanos.
¿La vacuna es la única salida? La inmunidad de rebaño está muy lejos…
Fue reportado por investigadores franceses en un trabajo que recorrió el mundo. Tras 28 mil muertes en Francia, tan solo el 5% de la población adquirió inmunidad. Para generar el efecto rebaño necesitamos llegar a un 60% más o menos, con lo cual, no hace falta sacar muchas cuentas para advertir todos los muertos que dejaría como saldo tomar esta estrategia. Sería demencial elegir esta opción, el costo es demasiado grande, muy pesado. Por otra parte, también se podría diseñar un antiviral pero los fármacos nunca son igual de buenos que las vacunas.
¿Por qué?
Porque el fármaco lo suministran una vez que la persona se enfermó y el costo de salud se paga de cualquier manera. Los pacientes debieron internarse y atravesar un mal momento: no está bueno estar en terapia intensiva aunque finalmente se recuperen. Con la vacuna no se llega a esa instancia y, en efecto, constituye la mejor inversión.
Con tantos grupos tan poderosos yendo detrás de la vacuna, ¿por qué comenzar de cero en Argentina?
Es la pregunta que nos hicimos antes de presentarnos a la convocatoria. Dos meses después de que se supo la secuencia del genoma del Sars CoV-2, EEUU y China iniciaron la Fase I de pruebas. Un récord absoluto, algo que no pasó jamás. Después, otros equipos se sumaron a la competencia e, incluso, en las últimas semanas, más grupos hicieron lo propio. Hace 10 días había 100 ensayos en fase preclínica, hoy hay 126. ¿Por qué lo hacen? Porque nadie sabe si, efectivamente, las que están en Fase II protegerán lo suficiente y si tendrán o no efectos adversos. Tampoco se sabe si podrán producirse para todo el mundo; recordemos que se requerirán miles de millones de dosis. Menudo desafío. La situación ideal es que existan muchas plataformas de desarrollo de vacunas para que la distribución alcance a todos los rincones del planeta. También es verdad que cuanto más probemos las tecnologías el resultado será mejor; las que desarrollan China y EEUU están obteniendo buenos resultados pero todavía falta. La protección frente al virus es una caja negra, las vacunas deben probarse en campo y generar protección, ahí está el punto clave para comprender por qué son tan complejas.
Lo importante es que, una vez desarrollada, haya dosis suficientes para todos.
Por supuesto, de hecho, si bien afortunadamente no se observan grandes cambios ni mutaciones muy rotundas del coronavirus, para el diseño de la vacuna nos concentramos en las cepas que circulan en Argentina. Aunque nuestro país no logre el podio en la competencia la experiencia es muy provechosa porque es la única manera que tenemos para ir desplegando las capacidades para fabricar nuestras propias tecnologías. El desarrollo tecnológico sirve para esta ocasión y para otras infecciones virales que vengan en el futuro.