(Clarín) La vacuna argentina para el coronavirus es uno de los 85 prototipos mundiales que ahora están en fase preclínica, en ensayos con animales. El equipo de científicos de la Universidad de San Martín y del Conicet que llevan adelante este desarrollo trabaja en la sede del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas Dr. Rodolfo Ugalde (IIB), un edificio que articula(…)
(Clarín) La vacuna argentina para el coronavirus es uno de los 85 prototipos mundiales que ahora están en fase preclínica, en ensayos con animales. El equipo de científicos de la Universidad de San Martín y del Conicet que llevan adelante este desarrollo trabaja en la sede del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas Dr. Rodolfo Ugalde (IIB), un edificio que articula espacios donde pequeños grupos de investigadores pueden trabajar juntos sin barreras funcionales o arquitectónicas y sin jerarquías. El IIB funciona en la Universidad Nacional de San Martín, fue inaugurado en 2012 y su nombre homenajea al fundador del IIB.
El proyecto del IIB, de los arquitectos Fabián de la Fuente, Santiago Luppi, Marta Oghievski, Raúl Pieroni, Javier Ugalde, Guillermo Raddavero y Andrea Winter, propone un concepto innovador para los científicos. En su planta abierta y libre, los laboratorios y puestos de trabajo están unidos por las circulaciones, los espacios de reuniones y el equipamiento. De ese modo, se privilegia el trabajo en grupo, en espacios diáfanos y plenos de luz natural.
El proyecto comenzó a ver la luz en 2008 a partir de la iniciativa de Rodolfo Ugalde, fallecido en 2009. Por entonces, el prestigioso científico conoció el campus Janelia Farm, en Ashburn (Estados Unidos) y se entusiasmó con la propuesta del centro de investigaciones proyectado por el arquitecto uruguayo Rafael Viñoly.
El IIB se implanta dentro de un master plan en el campus que posee la universidad a pocas cuadras de la avenida General Paz. El pabellón, de 70 metros de largo, se recuesta sobre las vías del ferrocarril Mitre y se desarrolla longitudinalmente con el frente principal hacia el Oeste y la Avenida 25 de Mayo, la arteria de acceso al predio. Mientras que la espalda del pabellón se abre hacia las vías del ferrocarril.
La volumetría es contundente. Una caja gris con su masa calada en forma aparentemente aleatoria por rajas de marcada horizontalidad, donde se confunden la cantidad de niveles del edificio. Con esas decisiones, el equipo de proyectistas buscó reforzar la idea de conjunto por sobre las individualidades, un concepto que atraviesa toda la obra.
Desde el ingreso al campus se plantea un recorrido peatonal entre varios edificios del predio hasta llegar al IIB por la esquina Oeste. Un volumen se proyecta suspendido, metálico, negro, y aparentemente opaco (en realidad es de chapa perforada) y constituye un gesto que marca el acceso al pabellón.
Los proyectistas concibieron una envolvente de hormigón que se despega del suelo para relacionarse con su entorno. “Al estar dentro del campus, un sitio cerrado y con seguridad, el edificio puede abrirse al paisaje”, explica de la Fuente. En la planta baja, un frente integral de vidrio retranqueado revela francamente el interior y deja virtualmente suspendido el plano de hormigón.
“Elegimos un material noble como el hormigón visto para poder ‘construirlo en la obra”, aclara Luppi. Siguiendo ese concepto, la masa pétrea fue moldeada in situ con un encofrado fenólico trabajado muy artesanalmente para obtener una serie de texturas que se aprecian mejor desde cerca. “En la colada se intercalaron tablones rústicos y luego se proyectó arena a presión para dibujar franjas horizontales sobre la fachada”, apunta Ugarte. Además, en el corazón de la pared se dispusieron nueve centímetros de material aislante.
“Los vanos generan volumen, a veces la piel pasa por delante y otras veces en el juego de los llenos y los vacíos se completa por delante con una carpintería”, describe Winter. De ese modo, las luces y las sombras arman un dibujo dinámico que cambia con el correr de las horas y las estaciones del año. En la fachada posterior, la masa de hormigón mantiene el juego de texturas pero está perforada regularmente con amplios aventanamientos horizontales que corresponden a los laboratorios.
El programa del edificio se estructura través de una planta baja y tres pisos, totalizando unos 4.000 m2. La planta baja se desarrolla como un gran espacio público donde se ubican el sector administrativo, las aulas teóricas, los laboratorios escuela y un pequeño auditorio.
Una escalera metálica recorre todos los niveles, suspendida entre vacíos y puentes. La circulación, coronada por un techo de vidrio, propone un clima de paseo y un recorrido donde el vínculo de las personas que trabajan en el edificio es constante.
En el primer y segundo piso se ubican las áreas de laboratorios propiamente dichas, con naves amplias y despojadas que permiten el desarrollo de las góndolas de investigación. El equipamiento de los laboratorios fue diseñado ad hoc y pensado para facilitar el mantenimiento.
Los laboratorios están abastecidos por recintos específicos con diversos requerimientos en cuanto a seguridad y tecnología. Las áreas de cultivo de células, bioterio, lavados, freezers y heladeras, se nuclean en torno a las naves. Mientras que los espacios fuelle entre la circulación y los laboratorios permitirían incrementar el nivel de bioseguridad actual incorporando barreras especiales.
“El interior es predominantemente blanco y los brillos juegan un papel fundamental. Las divisiones son virtuales, materializadas por vidrios que limitan los espacios”, explican los proyectistas. El uso del color corresponde únicamente a los volúmenes de equipamiento técnico (negro) y los núcleos verticales de circulación (rojo).
Continuando con la idea madre de un espacio democrático y sin jerarquías, no existen despachos para los jefes de área. Enfrentados a los laboratorios, se plantearon una serie de oficinas sin puertas, con puestos de trabajo sin divisiones. A su vez, hay puestos de trabajo móviles en cada planta para que los utilicen los becarios. Ese área corresponde al cubo de metal perforado que sobresale de la fachada. En el tercer piso se desarrollan actividades de esparcimiento, comedor y dormitorio para visitantes ocasionales.