A partir del 1° de enero pasado, la nueva ley laboral exige que las empresas negocien las condiciones para que sus empleados no se vean obligados a responder el teléfono, e-mails y mensajes electrónicos diversos fuera de las horas de trabajo. Ese texto, único en el mundo, justifica la envidia y los ríos de tinta que corren a través del planeta.
Pero la envidia no quiere decir obligatoriamente aplausos. Hay países donde la prensa se burla, al interpretar la nueva directiva como una forma de arcaísmo, prueba última de que los franceses son empedernidos indolentes. Otros, por el contrario, lo toman muy en serio y señalan la ley como un ejemplo digno de imitar. Como ese periodista del diario The New York Times que escribió en Twitter: «Una razón suplementaria para apreciar a Francia en estos tiempos de cambio. Estamos ante un país que deja a sus trabajadores desconectarse y vivir sus vidas».
Es verdad que, a pesar de sus lentitudes y reflejos conservadores, Francia es un país donde la búsqueda del bienestar va más allá de las diferencias políticas. El año pasado se promulgaron leyes contra el tabaco, los pesticidas y las bolsas de plástico, entre otras. Todos esos textos simbolizan una búsqueda permanente de equilibrio entre el deseo de preservar las tradiciones y la necesidad de adaptarse al mundo actual.
En todo caso, la conexión permanente es un auténtico problema de la sociedad. En Europa, 71% de los ejecutivos mira sus e-mails y otros mensajes electrónicos por la noche o durante los feriados. Y 76% estima que los instrumentos digitales tienen un impacto negativo en sus vidas personales, según una encuesta realizada por el gabinete Deloitte en abril de 2015.
La nueva ley no prohíbe en forma absoluta las conexiones laborales fuera de horas de trabajo. Pero, a partir de ahora, las empresas de más de 50 asalariados deberán iniciar negociaciones para asegurar el respeto del tiempo de descanso y las vacaciones, así como la vida personal y familiar del asalariado.
En ausencia de acuerdo, el empleador deberá elaborar un código que defina las modalidades en que se ejercerá el derecho a la desconexión digital.
Las posibilidades son numerosas. Ciertos expertos recomiendan que empleados y dirigentes eviten utilizar la función «contestar a todos» con el fin de que sólo una persona lo lea y responda, en vez de obligar a hacerlo a todo el mundo.
Otra posibilidad es fijar una hora determinada a partir de la cual los empleados no están obligados a responder. La mayoría de las empresas que ya establecieron su código de «desconexión» establecieron ese paréntesis entre las 21 y las 7 del día siguiente. Otras, entre las 19 y las 7.
Cerca del 62% de los trabajadores activos en Francia pedía una ley sobre la cuestión, según un estudio publicado en octubre por la consultora Eleas, que también reveló que un 37% utiliza sus aparatos profesionales (teléfonos, tabletas, etcétera) fuera de los horarios de trabajo. Y según el sindicato Ugict-CGT, tres de cada diez personas con cargos de responsabilidad en las empresas están conectados en forma permanente.
Desborde
Los especialistas aplauden la nueva ley. «El número de e-mails y mensajes electrónicos se volvió astronómico. El trabajo se transformó en una preocupación constante que desborda sobre la esfera privada. Incluso cuando los ejecutivos están con sus familias tienen dificultades para concentrarse en la actividad que viven», explica Magali Prost, doctora en Psicología Ergonómica y profesora en la Universidad de Nanterre.
«Forzados por la hiperinformación, los empleados aumentan sus centros de atención simultáneos: en las reuniones, todos miran su teléfono, su tableta, su computadora portátil? Se está presente, pero un poco en otra parte. Al mismo tiempo, en las empresas se reducen los espacios de diálogo y convivencia», agrega la experta.
A esa presión autoimpuesta se suele agregar en el medio laboral la exigencia de algunos jefes hiperconectados, que someten a sus subalternos a su propio ritmo: por ejemplo, envían e-mails fuera de horarios de trabajo y esperan una respuesta inmediata sin tener conciencia del impacto que esto puede tener en el destinatario y su entorno.
«En estas condiciones -comenta Prost-, a menos que la desconexión sea impuesta, por ejemplo a través de la ley, es imposible evitarla.»
En la Argentina, leyes laborales atrasadas
En la Argentina, las leyes del mundo laboral, según los especialistas, están atrasadas y no incluyen las últimas tecnologías, que ya no son tan nuevas.
«Sólo se puede interpretar el artículo 5 de la ley de contrato de trabajo, donde se define empresa como «la organización instrumental de medios personales, materiales e inmateriales», y con ello resaltar como medios materiales e inmateriales el uso del mail y de Internet», explicó el abogado laboralista Ariel Cocorullo. «Pero no existe nada más específico al respecto», añadió.
Con respecto a la posibilidad de que los mails fuera del horario laboral se computen como horas extras, Cocorullo dijo que «todavía no existe jurisprudencia, pero ya llegará».
Según la directora de la consultora Whalecom, Paula Molinari, el mail está cada vez más en desuso. «Los equipos de trabajo usan mucho más WhatsApp, porque lo que se busca es la comunicación instantánea. Además, la gente opta por estar conectada, en un mundo laboral donde la línea que divide trabajo y vida personal está cada vez más desdibujada. Claro que hay abusos, pero eso se soluciona con una buena cultura en la compañía», agregó Molinari.
Fuente: La nación