El último capítulo de esta cuarta temporada presenta un milagroso sistema para diagnosticar a los pacientes
La mayor dificultad para un médico en su tarea clínica es conocer de forma precisa el diagnóstico de un paciente, a través de las dolencias que este le trasmite (en el caso de que pueda). En muchas situaciones, la inmediatez del diagnóstico es vital para salvar la vida del enfermo. En la famosa serie futurista ‘Black Mirror’ se han hecho una pregunta: ¿Qué sucedería si el médico pudiera sentir en sí mismo el dolor que sufre el paciente pero sin padecer las consecuencias físicas?
-Este artículo puede contener spoilers.-
Esta es la cuestión que pone sobre la mesa Rolo Haynes (Douglas Hodge), propietario de un tétrico museo de los horrores, donde narra diferentes historias. Precisamente la primera de ellas trata sobre un implante cerebral que permite al médico sentir las sensaciones corporales del paciente mediante un casco cerebral, que en un principio da milagrosos resultados médicos.
El protagonista de la historia es el Doctor Peter Dawson, profesional del área de urgencias que no parece tener demasiado éxito en la atención a los pacientes. Tras recibir dicho implante, podrá sentir el dolor y la angustia de todos los enfermos que llegan a urgencias, lo que le permite elaborar undiagnóstico eficaz y certero, en pacientes a los que les es imposible describir sus síntomas.
Un futuro idílico y revolucionario en la atención clínica, según este capítulo de ‘Black Mirror’, aunque, como siempre, debe existir un pero; en este caso, para Dawson experimentar toda una vida de dolor a costa de sus víctimas, hace a este profesional convertirse en masoquista y desembocar en un complicado final. Lo que lleva a reflexionar sobre la ética y los límites de la Medicina.