En el año 2000 Pixar estaba en lo más alto, pero lo mejor estaba por llegar, y vino de mano de todas las personas que habían sido ninguneadas
Las empresas son organizaciones complejas, donde operan siempre fuerzas conservadoras y progresistas, como en la vida misma; y cuanto mayor tamaño tiene una compañía, más poderosas son las fuerzas reaccionarias.
Esta es una de las principales razones por la que los empleados con mejores ideas no son siempre los más valorados. Aquellos trabajadores que proponen planes arriesgados, el tipo de propuestas que realmente pueden cambiar las reglas del juego, son a menudo ignorados por puro miedo al cambio. Pero el mantenimiento de ‘statu quo’ no siempre es beneficioso, máxime teniendo en cuenta que en el mundo de los negocios el inmovilismo es siempre penalizado.
El profesor de la escuela de negocios Wharton Adam Grant ha compartido en ‘The New York Times’ un caso real que ilustra bien cómo las personas más ninguneadas de la empresa pueden llevar a esta a lo más alto. Y no es necesario (ni recomendable) recurrir a ellas como el último recurso.
En el año 2000 Pixar estaba en lo más alto. Cinco años antes había estrenado ‘Toy Story’, que fue la primera película animada por ordenador que fue realmente un éxito. Después llegaron ‘Bichos’ y ‘Toy Story 2’, que fueron otros dos bombazos
El listón estaba tan alto que la compañía tenía miedo de estancarse, al no lograr superarlo. Es por ello por lo que los fundadores del estudio, Steve Jobs y Ed Catmull contrataron al primer director ajeno a la compañía: Brad Bird.
Bird acababa de estrenar ‘El gigante de hierro’, una película de animación aclamada por la crítica, convertida hoy en una cinta de culto, pero que fue un sonoro fracaso financiero. Pero Jobs y Catmull vieron en él el talento que necesitaba Pixar para su propia película.
Nada más llegar a la empresa Bird expuso la idea que tenía en mente al equipo. La mayoría de los responsables de Pixar le quitaron la idea de la cabeza: lo que quería hacer llevaría casi una década de trabajo y costaría unos 500 millones de dólares. Pero Bird estaba decidido a hacer la película, así que fichó para el proyecto a todas las personas descontentas dentro de Pixar (inadaptados cuyas ideas habían sido ignoradas) para que trabajaran con él.
Cuatro años más tarde (no diez) se estrenaba ‘Los Increíbles’, que ganó dos premios Oscar y recaudó 631 millones de dólares en todo el mundo, superando todos los éxitos anteriores de Pixars. Tampoco costo 500 millones, sino 92.
Una lección para las empresas innovadoras
Confiar en las personas más descontentas de una compañía no siempre sale bien. Las personas quemadas tienden a contagiar en el ambiente su desesperanza, cuando no se convierten en colegas tóxicos, que sabotean los esfuerzos de sus compañeros o se limitan a hacer el mínimo trabajo posible.
Pero, como apunta Grant, hay una tercera reacción a la frustración que suele ser ignorada: cuando la gente está insatisfecha no siempre tira la toalla, a veces es más inventiva.
“La frustración es la sensación de no poder alcanzar un objetivo”, explica Grant en ‘The New York Times’. “Aunque suena como una emoción destructiva, en realidad puede ser una fuente de combustible creativo. Cuando estamos frustrados, rechazamos el statu quo, cuestionamos la forma en que siempre se han hecho las cosas y buscamos métodos nuevos y mejorados”.
Ahora bien, para que esto funcione, la desafección debe provenir de elementos externos: los jefes, la competencia, el mercado… Nunca del propio equipo, pues si ni siquiera tu equipo apoya tus ideas….
Por eso Bird, volviendo al ejemplo de Pixar, no se limitó a buscar a los animadores más descontentos –eso por sí solo no habría llevado a ‘Los Increíbles’ a buen puerto–, sino a aquellos frustrados, sencillamente, porque no les dejaban hacer lo que querían.
“Quiero personas que estén descontentas porque tienen una mejor manera de hacer las cosas y están teniendo problemas para encontrar una salida”, explicó Bird al propio Grant. “(Quería) los coches de carreras que estaban quemando ruedas en un garaje en lugar de correr”.
Bird, además, presentó la película a los animadores como un reto. Para empezar, había escrito el guion sin tener en cuenta las limitaciones de la animación por ordenador, lo cual complicaba (mucho) la tarea, pero es que además fue la primera película de este tipo cuyos protagonistas eran personajes humanos, mucho más difíciles de animar que un juguete o un insecto.
A veces, una compañía necesita que sacudan sus costuras, para implicar a todo el talento desperdiciado y obtener un producto verdaderamente notable. “Básicamente, entré en un maravilloso estudio, asusté a mucha gente con la cantidad de regalos que quería para Navidad y luego obtuve casi todo lo que pedí”, reconoció el propio Bird en ‘To Infinity and Beyond!: The story of Pixar Animation Studios’.