La salud de nuestros huesos depende, en buena parte, de la absorción de la vitamina D que se encuentra, de manera natural, en dos formas: ergocalciferol o vitamina D2 y colecalciferol o vitamina D3
Son pocas las oportunidades para absorber rayos solares durante el confinamiento impuesto por la pandemia COVID-19. Y esto es importante para la salud de nuestro organismo y, en especial, de nuestros huesos y de nuestros dientes. Entre otras acciones, la vitamina D aumenta la absorción intestinal de calcio y fósforo. En el ser humano la mayoría de esta sustancia, en presencia de la luz solar, procede de la transformación cutánea del 7-dehidrocolesterol –o provitamina D3– en colecalciferol.
Pequeñas cantidades de exposición solar directa -no a través de un cristal- puede proporcionar toda la vitamina D que el cuerpo puede fabricar… aunque es cierto que la cantidad de vitamina D producida por la exposición a la luz solar varía mucho de una persona a otra.
En primavera y verano puede bastar con exponer brazos y cara durante 10 o 15 minutos al menos tres veces por semana. Si la exposición es mayor, incluso en días nublados, hay que usar protector solar. El factor de protección suficiente para nuestro fototipo de piel -las pieles más claras han de recibir un factor 50, aceitunadas un factor 30 y las más oscuras necesitarán un factor 15-. Utilizar el protector solar disminuye el riesgo de envejecimiento y de aparición de un cáncer de piel.
A partir de los alimentos
Aparte del sol, la vitamina D también se absorbe a través de los alimentos como: salmón, atún, bonito, sardinas, anchoas, arenques boquerones, caballa, patés, foie-gras, huevos, quesos, leche, yogur, setas, cereales o margarina.
La vitamina D que se absorbe de alimentos de origen animal es colecalciferol y cuando llega de productos vegetales es ergocalciferol. Llega al hígado -unida a una proteína transportadora como es la calbindina- a través del yeyuno y, también parcialmente, del duodeno.
En este periodo de confinamiento es importante seguir una dieta variada y equilibrada, con presencia de los alimentos ricos en vitamina D. La cantidad de esta sustancia en los alimentos es estable y no se destruye por el calor, ni por los procesos tecnológicos.