Las oficinas son el hábitat natural del ‘trepa’, ese espécimen que suele desarrollar estrategias muy sutiles para medrar y ganar poder, de a poco lamiendo botas y con unos artilugios muy sutiles va subiendo o trata sin importar absolutamente nada de lo que rodeo su entorno.
( Por si no lo conocen es Loki, Dios del engaño, Marvel)
Decía el pensador François de La Rochefoucauld que “la adulación es una moneda falsa que tiene curso gracias solo a nuestra vanidad”. Tres siglos y medio después, la cosa no ha cambiado en lo esencial. A los aduladores hoy en día los llaman pelotas, pero para que su estrategia funcione necesitan al otro lado a un jefe inseguro que requiera los halagos para autoafirmarse. Y, al parecer, son mayoría. Según un estudio impulsado por una escuela de negocios de la Universidad de Georgetown, en las grandes corporaciones, el 92% ( Creo que esta estadística en Argentina sube a 99% ) de los empleados que son ascendidos lo logran con ayuda del favoritismo de algún superior. Por lo tanto, si aspiran a ocupar puestos de más responsabilidad, los ambiciosos tienen razones para hacer la trepada, pese a que ser un trepada también entraña peligros: en cuanto es detectado por sus compañeros, muchas veces se organiza un complot para hacerlo caer en desgracia, ya que se teme que acabe ocupando una posición que les correspondería a ellos.
El sentimiento de celos y de amenaza que sienten los empleados más veteranos, ayudados por los que son igualmente ambiciosos, puede provocar una campaña de mobbing contra el supuesto trepa para intentar que abandone la organización. Si el departamento entra en crisis o los resultados no son los esperados, puede perder en un tiempo récord el favor del superior que tanto le ha costado camelarse. Como hizo JFK en una crisis de gobierno, cuando llega el desastre, los trepadores son los primeros en ser despedidos sin que les den las gracias. Estos peligros hacen que el trepador inteligente intente que su estrategia pase inadvertida. Actuará muy subrepticiamente, nunca delante de sus compañeros, e incluso el propio jefe puede llegar a pensar que simplemente se trata de un empleado amable y diligente. Ante la duda, ¿Cómo detectar a un verdadero trepador o maldita laucha de alcantarilla?
Según la consultora Frances Cole Jones, ( http://www.francescolejones.com/resources/how-to-wow//) autora del libro How to Wow (cómo impresionar), estos son algunos signos que permiten detectar al trepador: resulta encantador de entrada, porque es el rey del marketing personal; padece el síndrome del superviviente y acudirá al trabajo aunque esté enfermo por miedo a perder influencia; se gana la confianza de sus superiores al recordarles constantemente sus propias cualidades; tras descubrir las debilidades y gustos de su jefe, aprovechará esa información para manipularlo. Sobre esto último, el psicólogo norteamericano Leon F. Seltzer ( https://www.psychologytoday.com/us/experts/leon-f-seltzer-phd) afirma que la clave para distinguir al compañero amable del trepador es que este último, nada más llegar a la empresa, usa sus encantos para penetrar en el grupo y obtener información que luego usará en su beneficio, para promocionarse y desbancar a posibles rivales. Thai Stern, profesor de la escuela de negocios INSEAD, señala un tipo de trepa aún más inteligente, sutil y difícil de detectar.
Estas serían algunas de sus características: en lugar de adular frontalmente a sus jefes, acude a ellos en busca de consejo para hacer mejor su trabajo, lo cual es una manera indirecta de hacer la trapada; para despistar, puede empezar expresando a sus superiores una opinión contraria, y comunicarla incluso a sus compañeros, para luego acabar poniéndose del lado del poder; ampliará los elogios a las mascotas o la familia de sus jefes, después de detectar qué es importante emocionalmente para ellos, logrando que bajen la guardia para lograr sus objetivos; vierte cumplidos también sobre sus compañeros, elogiando su trabajo, para ganarse su confianza e impedir así que le hagan la cama. Los aduladores y manipuladores son una plaga tan extendida en las oficinas que perjudican a las personas sinceras que no buscan otra cosa que llevarse bien con los demás. Parecer demasiado amable puede hacernos sospechosos a ojos de los demás, ya que los entornos laborales están llenos de desconfianzas y enseguida habrá quien se pregunte: “¿Y este qué quiere conseguir?”.
Un relato del mexicano Julio Torri tiene como protagonista a un hombre que, siguiendo el consejo de un sabio ermitaño, decide escuchar su corazón y expresar siempre el amor que siente por los demás, pero eso le acaba procurando el rechazo de todo el mundo. “Las muestras de amor que hice a mis hermanos las tuvieron por fingimiento. Y he aquí que la soledad oscureció mi camino”, explica el peregrino, ante lo que el ermitaño le besa la frente y le aconseja: “Encubre a tus hermanos el amor que les tengas y disimula tus pasiones ante los hombres, porque eres, hijo mío, un mal actor de tus emociones”.
vos colega Tenes algún trepador en la guardia?
coméntalo aca abajo… Saludos