España tiene los mimbres necesarios para transformar tecnológicamente su industria y poder liderar la reactivación de la actividad en Europa
Momentos como el que estamos viviendo a causa del Covid-19 son únicos y ocurren una vez cada decenas de años. En el futuro será recordado/estudiado como uno de los hitos que marcaron un antes y un después en la economía, la sanidad, los usos y relaciones sociales, la industria, el trabajo, la educación y un sinfín de aspectos más que afectarán a nuestras vidas y a las de sucesivas generaciones.
Pero, a pesar del profundo impacto de la crisis que estamos viviendo, se puede decir que también es una buena oportunidad para tomar iniciativas y dar pasos adelante que en circunstancias normales hubieran requerido mucho más tiempo. Sirva de ejemplo el hecho de que el impulso digital que se ha producido en los últimos seis meses equivale, según algunos expertos, al de los últimos cinco años. Precisamente, la transformación digital de las empresas va a ser un factor determinante a la hora de superar la crisis y de recuperar la sociedad y la economía españolas. Se ha comprobado que quienes han tenido mejor capacidad de respuesta han sido los sectores con mayor grado de madurez digital, un indiscutible indicador que marca el camino que deben seguir los demás.
La realidad es que en España tenemos todos los mimbres para afrontar el actual reto histórico y dirigir la locomotora que nos lleve a liderar en Europa una recuperación de la economía y la sociedad vertebrada en la transformación digital: disponemos de las infraestructuras y el talento necesarios para hacerlo. Poseemos la mejor red de fibra óptica de todo el continente, estamos a la cabeza del despliegue de 5G y nuestros ingenieros y especialistas en tecnología no tienen nada que envidiar a los de ninguna parte del mundo, si acaso, nuestra necesidad es de mayor número de estos especialistas tecnológicos. Lo que hace falta es un mayor consenso sobre cómo reconstruir el país y una colaboración público-privada que trabaje alineada sobre las prioridades y retos que hay que afrontar, poniendo especial énfasis en la mejora de los servicios públicos, especialmente los ligados a la sanidad, educación e infraestructuras.
En mi opinión, para conseguir ese liderazgo será determinante la digitalización de la industria y del ecosistema que la rodea de forma urgente, innovadora y sostenible. El industrial es un sector que tiene un efecto tractor en la actividad y el empleo de calidad, por lo que su transformación y modernización, mediante la digitalización, ayudará a impulsar el resto de la economía del país. Y, sin dejar a nadie atrás, se deben priorizar los sectores estratégicos y de mayor productividad, como pueden ser, entre otros, el de la automoción, el aeroespacial, el agroindustrial, el energético o el farmacéutico, muy importante actualmente y cada vez más productivo.
Existe la tecnología para iniciar la cuarta revolución industrial, y para ello habrá que acelerar lo que ya se había empezado a hacer en el sector. La aplicación de la inteligencia artificial eliminará muchas ineficiencias en las plantas industriales y el desarrollo de gemelos industriales a través de realidad virtual o aumentada ayudará a corregir errores, mientras que el 5G hará casi inexistente la latencia, el retardo en las conexiones. La sola combinación de baja latencia y conexión masiva de dispositivos supone ya una auténtica convulsión que, además, ayudará a reducir los costes operativos y a generar nuevos modelos de negocio. Estas tecnologías disruptivas, otras como la analítica de datos o el edge computing y algunas que aún están en fase de desarrollo necesitan, por otra parte, un marco estable de financiación y un apoyo sin fisuras de las Administraciones públicas para generar aplicaciones útiles que tengan su traducción en la cuenta de resultados de las empresas y atraigan, a su vez, a nuevos inversores. Inversiones que se verán favorecidas con un marco regulatorio y una seguridad jurídica estables, la innovación, el desarrollo de un plan estratégico de I+D+i de país a medio-largo plazo y, por supuesto, la eliminación de barreras burocráticas.
Aparte del sector industrial, no debemos olvidar a otros de gran importancia en nuestro país, como las pymes –más del 90% del tejido empresarial español– y también poner un foco especial en el talento femenino y el fomento de la formación continua y la adquisición de nuevas capacidades (lo que en inglés se conoce como upskilling y reskilling).
Y por lo que respecta a las competencias Steam de nuestro mercado laboral, mientras conseguimos aumentar el número de especialistas en tecnología a medio plazo, necesitamos disponer de un marco que permita seducir y atraer a los profesionales de otras partes del mundo para convertirnos en un hub de talento digital europeo. Es imprescindible producir talento tecnológico en 5-10 años para poder realizar todas las transformaciones necesarias y aprovechar las oportunidades que nos pueda ofrecer la actual crisis. En este punto, es fundamental el papel del sistema educativo para promover vocaciones tecnológicas y revalorizar la Formación Profesional en tecnología, un semillero de talento y de conocimiento del que no podemos prescindir. Para ello, los educadores, las familias y la sociedad en general debemos ser capaces de transmitir a nuestros niños desde la primera infancia que la tecnología es uno de los mejores instrumentos para transformar el mundo, hacerlo más sostenible, promover la igualdad de oportunidades y, en definitiva, convertirlo en un lugar mejor para las personas, que siempre deben ser el centro de toda actuación.
Para acelerar ese tren contamos, justo en estos momentos, con viento de cola procedente de la Unión Europea, que ha colocado a la transformación digital como una de sus dos líneas prioritarias de actuación para la reconstrucción económica del continente, y la ha dotado con miles de millones de euros de presupuesto. Es nuestro deber como país utilizarlos de forma inteligente.