Algunos consejos para dar espacio a la intuición cuando la razón te ha llevado a un callejón sin salida
Cuando intentamos decidir entre dos empleos, hacer una inversión, aceptar un ascenso o dejar un trabajo, nos empeñamos en comparar los pros y los contras, lo pensamos racionalmente y así esperamos descubrir cuál de las dos opciones es mejor. A veces nos olvidamos de que la mayoría de las decisiones acertadas que tomamos son por intuición, llegamos a atolladeros que nos consumen y acabamos eligiendo la opción más segura. Este es el escenario que describen multitud de estudios, que concluyen que si hiciéramos más caso a la intuición sufriríamos menos decidiendo (y en la vida en general).
Tener buen olfato empresarial no es más que dejarse guiar por la intuición. Lejos de ser un concepto irracional, la intuición está muy ligada a la experiencia y al conocimiento del negocio: es lo que sucede cuando un bróker se decide a vender o comprar acciones, a pesar que no tiene toda la información atada sobre lo que va a suceder en la bolsa. Hay algo que ha entrenado durante años que le dice cuándo es el momento de actuar. Aquí recopilamos algunos tips para dar más espacio a esa voz interna que te dice qué hacer y que nos empeñamos en callar.
No busques controlarlo todo
Lo que más le gusta a nuestro cerebro es la información: le permite poder prever las consecuencias de nuestros actos y eso nos lleva a hacer listas de pros y contras cuando hemos llegado a un punto muerto. Pero a veces no es necesario tener todos los datos para tomar las decisiones adecuadas. De hecho, en una entrevista con Eduard Punset, Gerd Gigerenzer, un importante neurocientífico alemán que ha dedicado su carrera a estudiar la intuición, asegura que «tomamos mejores decisiones si tenemos en cuenta un buen argumento que si contemplamos diez no tan buenos». A veces, descartar parte de la información es necesario. Según Gigerenzer, las intuiciones son atajos a través de los cuales el cerebro decide más rápido y acierta más. Si esperas a tenerlo todo atado, quizá llegues a tomar la mejor decisión cuando ya sea demasiado tarde (y entonces no habrá sido una buena decisión).
Desenchufa tu cerebro
Después de haber pensado durante mucho tiempo cuáles son las opciones, cuáles podrían ser sus consecuencias y no haber llegado a ningún punto, es el momento de dejar espacio al instinto y tomarse un respiro. Sentirse en un callejón sin salida aumenta los niveles de estrés y nos impide pensar con claridad. Los expertos recomiendan apagar la mente y desconectar para facilitar que tu cerebro localice información que ya estaba almacenada de manera inconsciente. Deja que fluya. Ya lo dijo Steve Jobs en su discurso en la Universidad de Stanford: «Hay que tener el coraje de seguir tu corazón y tu intuición, ellos ya saben qué es en lo que realmente te quieres convertir».
No procrastines
Dejar la decisión para más tarde no suele ser buena idea. En muchas ocasiones porque la mayoría de determinaciones empresariales están sujetas a plazos; en otras, porque tendrás que decidir si apostar por una estrategia o un producto antes de que lo haga la competencia. Pero además de las pérdidas de beneficios que puede suponer procrastinar, es importante tener en cuenta la ansiedad que genera no decidir. «Pensar que no estás haciendo algo que deberías hacer genera angustia y te bloquea», explica Diana Navarro, psicóloga laboral. «Sentir que no decides nada, que las cosas te pasan sin poder remediarlas es uno de los factores que más dañan la autoestima personal y laboral. Los jefes deciden y eso es lo que los hace jefes».
Divide una gran decisión en varias pequeñas
Muchas empresas diseñan y utilizan árboles de decisión: esquemas que parten desde un problema definido y a través de flechas te van guiando sobre preguntas más sencillas hasta llegar a una conclusión que resuelve el problema inicial. «Para dar cabida a la intuición en ese sistema, el truco está en valorar las pequeñas decisiones que nos propone el árbol desde esa sensación interna que te empuja más hacia un lado que otro», explica Navarro. Darse cuenta de que las pequeñas elecciones también pueden ser difíciles (y ser conscientes de que todos los días somos capaces de tomar cientos de ellas) hace que las grandes decisiones parezcan más sencillas.
No pienses que eres el famoso Boludo
La filósofa Ruth Chang resalta en una charla TED la importancia de no sentirnos pequeños ante las grandes dudas. «Tomar una determinación es complicado porque una opción es mejor que otra en algunas cosas, la otra opción es mejor en otras, y ninguna de las dos es mejor en general», explica en su conferencia. Nosotros creemos que tenemos que analizar las opciones detalladamente para llegar a descubrir cuál es la buena y acertar al elegirla. Esta presión que nos imponemos nos lleva a la frustración y nos genera inseguridad. «Es un error pensar que en las elecciones difíciles una alternativa es mucho mejor que la otra pero que somos demasiado tontos para saber cuál es», cuenta Chang. «Al contrario, las opciones están a la par y lo que marcará la diferencia será lo que nuestra intuición nos diga sobre ellas».