¿Pueden llorar los médicos en el trabajo? Cinco expertos dan la respuesta

Compasión por un paciente, identificarse con la situación o la abrumación y el estrés, entre los factores para el llanto

Los médicos soportan en su día a día situaciones de mucho estrés y condicionantes a nivel emocional que pueden llevarles al límite. En estos casos, ¿deberían poder llorar en su puesto de trabajo? Es la pregunta que se ha hecho a varios expertos en un artículo que recoge el BMJ sobre qué factores provocan esta situación y cómo afrontarla. 

Según el estudio, muchos médicos admiten que lloran en el trabajo, ya sea abiertamente delante de un paciente o en lugares escondidos, algo que ocurre motivado por la compasión por un paciente, identificarse con la situación o sentirse abrumado por el estrés y la emoción. Además, los hay que no admiten tal circunstancia por miedo a ser considerados poco profesionales o débiles, pese a que esto puede resultar poco saludable por el hecho de reprimir emociones. 

El hecho de llorar en el trabajo es una de las preocupaciones de los estudiantes de medicina, que a menudo explican que se sienten ansiosos por si se les plantea esta posibilidad, según señala Annabel Price, investigadora del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Cambridge. Ella les expone cómo ella misma lloró en su puesto de trabajo y cómo es posible hacerlo y aun así ser un buen médico. 


«Deben tener acceso a la supervisión psicológica para que puedan aprender a expresar su emoción, comprender que están bien después y que llorar no es el fin del mundo»

Por su parte Caroline Walker, psiquiatra y psicoterapeuta especializada en el ebienestar de los médicos y fundadora de Joyful Doctor, añade que las diversas razones para llorar son muy comunes, naturales y aceptables. «Cuando el médico muestra cierta vulnerabilidad puede ser increíblemente poderoso y una herramienta terapéutica que hace que el paciente se sienta más comprendido o cuidado. Se trata de estar con ellos en ese momento, ser real y honesto», argumenta, recordando que las mujeres lloran más que los hombres. 

Sobre el estrés en el trabajo y su gestión, recuerda que hay diferentes tipos de llanto, señalando un peligro para los que lloran en privado, ya que si se produce con frecuencia podría ser una señal de que están enfermos.«Mi opinión es que deben tener acceso a la supervisión psicológica para que puedan aprender a expresar su emoción, comprender que estarán bien después y que si lloras no es el fin del mundo. Son humanos, y en una carrera médica pueden responder emocionalmente por sorpresa si un paciente se parece a una antigua novia o un niño comparte cumpleaños con ellos», describe. 

No es apropiado llorar

Sin embargo, el testimonio de Sianna Barham-Brown, médica general y miembro del Consejo BMA y del Comité de Médicos Jóvenes se decantaa favor de que en algunas situaciones no es apropiado llorar, aunque es partidaria de lo que llama el «sollozo terapéutico», un llanto en privado antes de «volver al trabajo». 

Según el artículo del BMJ, los cirujanos son vistos como los médicos que tienen menos probabilidades de llorar en el trabajo, aunque Scarlett McNally, cirujana ortopédica y consultora del Royal College, reconoce que también se involucran en situaciones intensas que pueden afectarlos emocionalmente. «Somos conscientes de que los cirujanos bien entrenados y emocionalmente inteligentes se comprometen con un estándar de atención segura y adecuada para pacientes y un mejor trabajo en equipo. Esto los convierte en expertos y miembros de equipos», declara. 

Aprender con entre 5 y 10 minutos al día

Por su parte, Ane Haaland, científica social de la Universidad de Oslo que enseña inteligencia emocional, afirma que los médicos deben poder llorar en el trabajo pero tienen que poder controlarlo, algo que llama «llorar con conciencia». Para ello ha desarrollado un modelo de aprendizaje reflexivoque enseña a los médicos a reconocer y administrar sus sentimientos, a establecer límites saludables y a ver las vulnerabilidades como un recurso en lugar de como una debilidad. Los galenos aprenden cómo reconocer sus emociones y retroceder para elegir cómo reaccionar, lo que les permite conectarse más efectivamente con el paciente. El modelo, según explica, solo lleva de cinco a diez minutos de práctica al día. 

En su opinión, como médicos deben ser capaces de mostrar empatía y emoción y reflejar esto a los pacientes. «Trabajamos en un entorno lleno de emoción y desarrollamos las habilidades para ayudarnos a demostrar nuestra atención, vulnerabilidad y la humanidad de una manera sostenible y saludable», sentencia. 

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