Dos enfermeras relatan a Redacción Médica las consecuencias que han sufrido tras ser agredidas por los pacientes
«Me dieron un puñetazo en la zona torácica y, en otra ocasión, me dieron otro en la mano por lo que tuve que ir a fisioterapia. No podía ni abrir la puerta ni peinarme», relata a Redacción Médicauna enfermera que ha sido víctima de violencia por parte de un paciente. Tras la agresión, estuvo de baja cuatro meses y no recibió ningún tipo de atención psicológica: «No vemos que haya una movilización real para atender al sanitario».
Una de los puñetazos lo recibió al intentar mediar entre dos pacientes que se estaban peleando. «Te deberían explicar qué vías hay para denunciar y sentirte protegida por la administración y tu hospital. En el momento de denunciar te ves sola», relata la enfermera.
«Denuncié las dos agresiones pero no ha habido consecuencias. Lo desestimaron y me dijeron que podía ir por la vía administrativa», destaca la joven, que tiene que aguantar insultos, amenazas y coacciones casi a diario: «Te dicen que van a venir a buscar y te van a matar. Genera miedo porque te ves sola, saben dónde trabajas y el horario que tienes. No sabes qué va a pasar».
«La Administración te dice que no sirve de nada denunciar»
Otra compañera, tiene una nefasta experiencia similar. «He sufrido dos agresiones físicas. Una fue por una patada que me dieron en el brazo, y la segunda, una mordedura en la mano«, denuncia a Redacción Médica una enfermera madrileña, que añade con la voz quebrada: «las verbales las sufrimos prácticamente a diario».
«Los pacientes tenían una demanda y, al no poder cumplirla, se volvieron agresivos», relata la mujer, que sufrió ambas en menos de un año. «No llegué a denunciar ninguna de las dos. Las administraciones nos dicen que no van a ningún sitio y que el agresor no va a tener represalias. Al final es un trayecto en el que te encuentras sola y no tiene ninguna consecuencia», denuncia la enfermera, que sí que se plantea iniciar el proceso de haber una tercera: «Aunque nos digan que no sirve para nada, el camino es denunciar».
En ambos casos, los agresores eran los propios pacientes. «Tenemos un equipo de seguridad que, cuando se les llama, acuden. Pero muchas veces no es suficiente y no tenemos medidas preventivas», lamenta la joven, de unos 30 años. «Tenemos unas pulseras para avisar al servicio de seguridad, pero no les consta ni dónde estamos, por lo que no es la vía más rápida», añade.