Prevenir o tratar la infodemia

una nota muy buena de Intranet

Sobre la evaluación de la calidad de las noticias de salud y la vara para medirla.

La batalla por la calidad de la información de salud y ciencia no está perdida, aunque la evidencia así lo sugiera. No está perdida porque hay muchas noticias relevantes, rigurosas y, además, atractivas y fáciles de leer. Nunca como ahora ha habido tantos y tan buenos ejemplos de periodismo explicativo y de calidad, sea lo que sea esta calidad, que esta es una de las claves para el análisis. Pero lo que motiva este comentario es que la primera revisión sistemática de la calidad de la información mediática sobre salud, en concreto sobre tratamientos (intervenciones de salud, no solo fármacos), concluye que hay mucho margen de mejora, una manera de decir educadamente que hay demasiadas noticias que no cumplen los criterios de calidad.

Medir la calidad de las noticias de salud no es fácil. El principal reto es decidir cuál es la vara de medir. En esta revisión, se han identificado centenares de criterios de calidad en más de 2.000 estudios (investigaciones que, a su vez, son de calidad científica muy diversa). Vale la pena dar cuenta de los resultados porque aportan luz sobre el problema de la sobreabundancia de información de salud, en parte rigurosa y en parte no, acuñada como infodemia por la OMS en 2020.

«El vaso de la calidad informativa está más vacío que lleno»

En esta revisión, los 108 criterios usados para hacer un resumen cuantitativo (metanálisis) se han agrupado en 19 criterios generales. Uno de ellos es informar de los efectos perjudiciales del tratamiento, algo que solo cumplía el 40% de las noticias. Poco más de la tercera parte (36%) cumplía otra condición importante: informar de las alternativas disponibles a la intervención. La información sobre el coste del tratamiento solo aparecía en el 18% de los casos y la discusión de los conflictos de intereses en el 22%. Poco más de la mitad (53%) iba más allá de la mera información verbal para cuantificar los efectos de las intervenciones, y solo un 17% aportaba resultados en números absolutos y no solo relativos, que suelen ser más elocuentes y a menudo engañosos. Estos datos globales sobre noticias en medios impresos y digitales, radio y televisión muestran que el vaso de la calidad informativa está más vacío que lleno.

Con todo, los 19 criterios generales presentados en la revisión no dejan de ser una muestra de la diversidad de criterios y aluden a solo una parte de los 44 conceptos clave del proyecto Informed Health Choices, que es una referencia internacional sobre la calidad de la información y el pensamiento crítico acerca de tratamientos. El problema de la vara de medir, como vemos, está enmarañado y la investigación no acaba de desenmarañarlo. Además, ¿es razonable y práctico que la información periodística tenga en cuenta tal cantidad de criterios? ¿Cuáles son los realmente importantes? ¿Y qué piensan de todo esto periodistas y ciudadanos? No hay que olvidar que son los investigadores quienes están definiendo la calidad informativa, aunque algunos de ellos con gran experiencia periodística, como el pionero periodista australiano Ray Moynham. En un escenario ideal, los periodistas deberían tener en cuenta alguna revisión sistemática actual sobre la intervención de la que informan, generalmente centrada en un nuevo estudio. ¿Pero cabe exigirles esto? Algunos, en cierta medida, ya lo hacen ofreciendo información de contexto y opiniones críticas sobre lo que aporta el nuevo estudio del que se hacen eco. Sin duda, el grupo de periodistas bien formados podría ampliarse un poco, pero ir mucho más allá es difícil. La conclusión de la revisión señala con acierto que es más importante promover el pensamiento crítico en los ciudadanos. Como ya apuntaban Steven Woloshin y Lisa Schwartz en 2003, más vale tratar en los ciudadanos los efectos de lo que ahora llamamos infodemia que prevenirla, pues esta es una tarea casi imposible, ya que exagerar y distorsionar siempre beneficia a todos los que producen y recirculan la información.


El autor: Gonzalo Casino es licenciado y doctor en Medicina. Trabaja como investigador y profesor de periodismo científico en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.

Deja un comentario