Un enfermero diseña una mascarilla que permite comer y beber sin necesidad de quitársela

El inventor es Bernardo Fernández, que está buscando financiación para fabricar un prototipo, y está pendiente de registrar la patente.

Bernardo Fernández Martos, enfermero en la Unidad de Reproducción Asistida en el Hospital HLA Vistahermosa, de Alicante, ha diseñado una mascarilla facial con acceso para comer mediante unos utensilios adaptados, que reforzaría la seguridad y evitaría contagios en espacios interiores.

Como explica a este medio, la idea se le ocurrió durante los primeros meses de la pandemia, en pleno confinamiento, cuando se empezaba a hablar de la desescalada y cómo se iba a plantear la apertura de la hostelería. «Comer en compañía es uno de los momentos de mayor riesgo de contagio porque hay que quitarse la mascarilla y no se guarda la distancia de seguridad. Entonces pensé que habría que desarrollar un sistema que permitiera comer y beber sin quitarse la mascarilla y que el sistema mantuviera una oclusión de la entrada y salida de aire el mayor tiempo posible para evitar, así, los contagios», ha señalado. 

La mascarilla sería del mismo material que las convencionales del tipo FFP2 al que se le incorporaría una cámara de plástico, cuyo espacio interior está cerrado por un compartimento estanco, con dos aberturas, una anterior y otra posterior, disponiendo cada una de una compuerta, quedando siempre una abierta y otra cerrada de forma alternativa, a través de un mecanismo manual. «Esto impide que haya una emisión directa de aire o una recepción del aire exterior hacia las vías respiratorias», aclara.

Esta mascarilla requiere la utilización de unos cubiertos adaptados desechables (una cuchara, un tenedor y una pajita), que se incluirían en un kit. 

Según Fernández Martos, «la mascarilla sería cómoda de usar y no pesaría ya que el compartimento que se acopla es de plástico hueco». 

Aunque este enfermero pensó en esta mascarilla para ser usada en restaurantes, cafeterías y otros establecimientos de hostelería, afirma que podría emplearse en comedores de residencias, colegios y en hospitales. 

Trámites para su desarrollo

Este enfermero de momento solo tiene diseñada la mascarilla de forma virtual, puesto que la elaboración de un prototipo supone una inversión económica elevada para lo cual está buscando financiación. Y es que, realizar ese prototipo supone un gasto de entre 2.000 y 3.000 euros, según le han dicho varias empresas con las que ha contactado.

A esta cantidad habría que añadir la inversión necesaria para obtener la homologación. Para este trámite se exige contar con diez prototipos para poder someterla a las pruebas pertinentes en distintas situaciones, como explica el inventor.

Fernández Martos ya ha iniciado los trámites para obtener la patente

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