De qué hablamos cuando hablamos de Informática en Salud

Una nota excelente del Hospital Italiano.

Mejorar procesos asistenciales en las diversas disciplinas de la salud, tomando como herramientas de base las tecnologías de la información y comunicación.

por Joia nuñez

Todo lo que necesitás saber para entender de qué se trata esta especialidad

Hace un año escribí este artículo acerca de un cambio de rumbo en mi carrera profesional, aún sin tener mucha profundidad de conocimiento sobre el día a día de la disciplina. Hoy, un año más tarde, quisiera compartir no sólo de qué se trata el día a día, sino todo lo que aprendí al pegar ese salto desde la Pediatría a la Informática.

De qué hablamos cuando hablamos de Informática en Salud

Adentrarse en este campo, para mí, implica la posibilidad de mejorar procesos asistenciales en las diversas disciplinas de la salud, tomando como herramientas de base las tecnologías de la información y comunicación. Esto representa una oportunidad de mejora que impacta sobre múltiples actores y ámbitos, lo que a su vez conlleva un constante desafío por involucrarse y conocer más de los distintos aspectos de cada caso. Por este motivo, es un campo que se nutre del trabajo en equipo, de la visión interdisciplinaria y que difícilmente cae en la rutina. 

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Las tareas que realizamos a diario

En este rubro, las tareas no siguen necesariamente una serie de pasos consecutivos, por lo que no es fácil delimitar cuál es el punto de inicio de cada proyecto. Personalmente, si tengo que empezar por algún lado, elijo empezar por comprender las necesidades del usuario. Me parece la columna vertebral de cualquier proyecto, emprendimiento o tarea, porque de entender correctamente la problemática se desprende la facilidad con la que podamos evaluar luego las posibles soluciones y, en consecuencia, el éxito que tengamos al implementarlas.

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Para conocer bien cuáles son estas necesidades, encaramos un relevamiento exhaustivo del usuario, de sus puntos de conflicto, de sus deseos de mejora, y de la variedad de aspectos que se vinculan con su actividad. Intentamos contemplar todo el espectro de escenarios posibles y sus finales alternativos. Es muy valorada la capacidad de abstracción e interpretación de todas las aristas que componen a estas necesidades. Puede suceder que el usuario sea muy directo en la expresión de su necesidad, pero aprendí que al ahondar en profundidad, la problemática resulta ser un poco más rebuscada de lo que se interpretó originalmente.

Un factor que contribuye mucho en esta instancia, para llegar a una correcta apreciación del usuario y sus necesidades, es el conocimiento previo del campo: saber cuáles son los procesos que se desempeñan en el ámbito de la salud, cómo se llevan a cabo, cuáles son los resultados esperados, cuáles son los resultados no esperados pero igualmente posibles, quiénes son los actores involucrados, y los vericuetos y los atajos habituales. Conociendo la situación actual, tenemos una mejor noción de qué preguntas hacer para armar un mapa de estado que contemple y abarque la mayor cantidad de alternativas posibles.

A partir de la necesidad, nace la búsqueda de soluciones. Como mencioné más arriba, utilizamos como base para las mismas a las tecnologías de información y comunicación, aunque no siempre es necesario. Darse cuenta de qué no es necesario, es tan importante como darse cuenta de qué es necesario. Puede ahorrar tiempo, abaratar costos y evitar frustraciones de los equipos.

Antes de encarar el proyecto, se realiza un estudio de factibilidad en el que se evalúa la viabilidad y aplicabilidad de la solución. En función de lo evaluado, se define un plan de trabajo en el que se establece el alcance, el equipo de trabajo, el tiempo que requerirá, el presupuesto, los riesgos. A veces el alcance es muy ambicioso, por lo que se propone hacer entregas intermedias de menor envergadura. Esto implica que desde el inicio se debe contemplar un margen de escalabilidad para poder incorporar funcionalidades en etapas sucesivas.

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Acá surge uno de los puntos centrales de la especialidad, que es el de operar como nexo entre el ala asistencial y el ala técnica. A partir de las necesidades interpretadas, llevamos a cabo la elaboración de requerimientos funcionales, que deberán responder a las solicitudes del usuario, sin dejar de ser claramente comprensibles por el equipo de desarrollo.

A lo largo de todo este proceso se toman muchas decisiones, que incluyen: identificar a los usuarios blanco (¿quién va a ser el principal destinatario?), determinar las funcionalidades (¿qué se tiene que hacer? ¿cómo?), seleccionar las herramientas y plataformas necesarias (¿desktop?, ¿mobile?, ¿Android?, ¿iOS?, ¿todo un poco?, ¿en etapas sucesivas? ¿por dónde empezar?), diseñar la interfaz del usuario (¿cómo se va a ver?), testear con los usuarios (¿el diseño funciona? ¿cumple con el objetivo?), reportar los errores y mejoras encontrados y ajustarlos (¿qué se hizo mal?, ¿qué se podría mejorar?, ¿qué no funciona?). 

Una vez finalizada esta etapa, comienza la fase de implementación: la incorporación de las tecnologías en la cultura profesional y en los flujos de trabajo. Desde el rol del profesional de Informática en Salud, no sólo se ponen en práctica las funcionalidades o aplicaciones desarrolladas, sino que además se acompaña al usuario en la transición que va desde una manera de hacer las cosas a otra. Inicialmente se pueden realizar pruebas piloto en algún sector reducido, para luego generalizarse en función de la respuesta; además, se elaboran instructivos, se dictan capacitaciones según las necesidades específicas y se brinda soporte técnico.

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Se intenta abordar todo este proceso desde la mirada estratégica de la gestión del cambio, y todos los aspectos que comprende: el tecnológico, el de los procesos de trabajo, el de la capacidad de los usuarios, el del gobierno de las decisiones, el de las motivaciones de los usuarios, el de enfrentarse a la resistencia al cambio, el de las adaptaciones a la herramienta, el del intercambio de información.

Al conocer los procesos sobre los que va a impactar el cambio y tener un marco temporal de implementación acotado, tenemos la posibilidad de realizar evaluaciones de los resultados de la implementación. Mediante el establecimiento de métricas, calculando la tasa de éxito en la respuesta y comparando los resultados pre y post implementación, podemos obtener conclusiones que nos permiten mejorar y planificar las siguientes intervenciones. Asimismo, podemos valorar la aceptabilidad, usabilidad y satisfacción del usuario desde el componente cualitativo.

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Modelo de negocio y modelos mentales

Una cuestión que me queda dando vueltas sobre el modelo de trabajo en este nuevo campo que resulta de la combinación de dos mundos es que, si bien aplica al ámbito de la salud, la dimensión operativa se rige por las reglas de negocio del mundo de la informática.

En este punto, se puede ver una cierta resistencia por parte de las estructuras que son propias del campo de la salud a adoptar estas nuevas reglas: en general, se pretende aplicar procesos que tienen sentido en una práctica asistencial, a una mecánica laboral que no necesariamente los pide y muchas veces le son ajenas.

A quienes venimos del ámbito de la salud nos es necesario incorporar nuevos modelos de pensamiento y de operación, que hacen mucho más productiva la labor diaria: aprender a trabajar en forma remota, descentralizada y asincrónica, dejar ir el hábito de las jornadas laborales exhaustivas, desprendernos de la compulsión de registrar toda la actividad en múltiples documentos, repensar la necesidad de tener reuniones de seguimiento para hablar de aquello registrado.

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La tendencia de todas las industrias va en esa dirección, y no tiene sentido ir a contramano del mundo: si algo podemos aprender de la pandemia es que la clave del éxito para la consolidación y permanencia de los equipos de trabajo interdisciplinarios es la flexibilidad y la adaptabilidad. No es sensato que apuntemos a innovar aferrándonos a modelos mentales del mundo pre-digital.

Valor agregado en el rubro

Como conclusión, luego de un pantallazo general por las actividades cotidianas, me interesa destacar el valor del especialista en Informática en Salud. Primero, una visión integral capaz de comprender mundos distintos y de traducirlos a un lenguaje común para todos los involucrados. Además, la versatilidad para poder trabajar en diferentes proyectos, con diferentes usuarios, diferentes procesos, diferentes ámbitos de aplicación. Esta disciplina nos exige interpelar los diversos escenarios posibles, intentando abarcar todas las alternativas. Finalmente, la capacidad de trabajar en equipo con colegas de distintos campos de conocimiento, que enriquece el producto final, al mismo tiempo que potencia la formación personal y la calidad del trabajo grupal.

Con el desarrollo y expansión de una especialidad como la Informática en Salud, estamos apenas viendo sólo la punta del iceberg: en un mundo cada vez más integrado con las tecnologías de la información y comunicación, todos los campos de conocimiento necesitan generar sus propios intérpretes, que puedan comunicar fluidamente en el idioma del software y la tecnología, incorporando un conocimiento profundo y cualitativo de las vicisitudes propias de cada campo profesional. A fin de cuentas, no se trata meramente de incorporar herramientas, sino de formar profesionales que sepan usarlas.

Fuente : https://www.hospitalitaliano.org.ar

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